lunes, 15 de julio de 2013

"El río"

No es este el primer verano que paso unos días en un pueblo castellano con río. Ya lo había hecho antes, pero la situación es muy distinta.
En esta ocasión todos los días vamos al río, o casi todos.
Contra lo que podéis haber pensado al leerlo, no vamos, fundamentalmente, a bañarnos. Lo que cuenta, por encima de todo, es sentarse tranquilamente a la sombra a leer un buen rato.
El río, este río es pobre en caudal. Da para remojarse y en algún recodo para dos  (sin metáforas) brazadas en un pozo que casi te cubre.



Ir al río es ir a un espacio con una gran riqueza de matices. El agua que corre por su cauce no es más que uno de ellos.
En el río, para empezar, no hace calor, porque toda su orilla está bajo la sombra de altos y frondosos árboles. En el río no hay aglomeraciones, ni gente que grita, ni músicas; tres o cuatro grupitos pequeños de gente que toma el sol, lee y observa cómo unos pocos niños se pasean con reteles en los que intentan capturar un pececillo, una rana o un cangrejo.
Unos pocos jóvenes que buscan el lugar donde dar un par de brazadas posiblemente para impresionar a sus compañeros del otro sexo, algunos mozalbetes llegados en sus bicis y varios jubilados con el periódico extendido: es todo el personal que encontraréis.
Y, para llenarlo todo, el runrún del agua, la luz cegadora del sol,  y el croar de las ranas.
Después del río, aquí gasto 
Casi todos los días, zambullirse, no tanto en el agua cuanto en “el río”, es el mejor antídoto contra cualquier tipo de estrés.


el valor de uso de mi trabajo
















Fuera, lejos, siguen sonando las trompetas del apocalipsis: reforma laboral, convenios en caída libre, corrupción, sms cariñosos entre los próceres de la nación.

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