miércoles, 28 de noviembre de 2012

Liquidación final



Liquidación final, de Petros Márkaris
Dios mío! Lean, lean, vds.
Liquidación final no es novela para sujetos impresionables, débiles de carácter o pusilánimes.
Pero, los indignados, hastiados, cabreados, sufridores de esta y otras crisis, vapuleados, etc. tienen aquí la novela que se merecen.
Jaritos (el comisario) se multiplica esta vez por tres (el mismo se llega a preguntar dónde termina el policía y dónde empieza el  ciudadano que se siente siempre estafado”. No puede menos que enfrentarse con su triple condición de policía, de ciudadano y de padre.
Es testigo sufriente de lo que está ocurriendo en su país, en el nuestro, en Europa, en el mundo; de esa realidad monstruosa que llamamos crisis, con tentáculos económicos, políticos, sociales y hasta morales (sobre todo, morales).
Sufre en su propio trabajo los recortes económicos que la crisis –dicen- obliga a imponer. Y, como padre que es, debe pasar el tormento de ver cómo su hija decide emigrar. Como en otros tiempos, como siempre lo han hecho los griegos, aunque ahora el tipo de emigrante ha variado: se trata de una mujer, con estudios universitarios, que debe partir a África. Pero, el dolor es el mismo.
En ese clima se va tejiendo la intriga policíaca con un final (como siempre) injusto porque no debió existir el principio. Porque el principio nunca está en el primero de los asesinatos.
Podrís seguir comentando la novela y podría traer aquí muchas más “perlas” que las que aparecerán a continuación. Pero no quiero dar pistas sobre la historia.
“- Papá, sé muy bien cuántos sacrificios te costaron mis estudios. Sé que contabas hasta los céntimos para que yo pudiera terminar mi doctorado. No soporto que vosotros (los padres) y Fanis (su marido) sigáis manteniéndome. Ya no soporto acostarme cada noche y levantarme cada mañana sintiéndome culpable. Tú me lo has dado todo, pero este oaís no me ofrece nada.”
“Si fuéramos por ahí cargándonos a los que defraudan al fisco, la población de Grecia quedaría reducida a los empleados públicos, a los asalariados privados, a los desempleados y a las amas de casa”.
“Somos Marina y Yannis. Marina hizo el doctorado en psicología y yo tengo un máster en historia. Hace cinco años que estamos juntos. Queremos casarnos, pero ninguno de los dos tiene trabajo. Marina trabajaba como colaboradora externa en una fundación hasta que la despidieron. Yo nunca pude encontrar un empleo. Nuestros padres ya no pueden ayudarnos. Mi padre tuvo que cerrar la zapatería[…] y el padre de Marina perdió su empleo cuando la empresa quebró. No encontramos trabajo, no podemos vivir juntos y nuestros padres no pueden mantenernos. Sólo nos queda[…] ¿Qué es lo único que les queda? Ese será el camino que sigan.
Si a vosotros (los policías) os han recortado los sueldos y os han quitado los suplementos, ¿te imaginas cómo debe ser la comida en la cárcel?”
“- ¿Qué pensabas, que te ganarías el ascenso por tus méritos? ¿Acaso has conseguido así alguno?
Al final me convencerá de que la única manera de conseguir un ascenso en la administración pública griega es no hacer nada, y eso el ministro acaba de servírmelo en bandeja”
“- Cogeré el autobús.
-  Sé que hoy no están de huelga, porque es domingo.”

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