jueves, 20 de septiembre de 2012

Llanto por la escuela (con minúscula)




El niño berreaba y tiraba con fuerza de la mano de su madre en la dirección opuesta a la que acercaba a la escuela.
La madre tiraba de la mano de su hijo, mientras le decía:
- Vamos, venga!  ¿No ves que todos los niños van a la escuela? Pero si lo vas a pasar muy bien. Tu hermano ya habrá llegado. Allí vas a estar jugando y vas a hacer amiguitos.
El niño berreaba y tiraba con su pequeña fuerza.
- Chica – se dirigió la madre a otra señora que acertó a pasar por allí -, que no hay nada que hacer. Que no quiere ir a la escuela y que no quiere. Ni premios, ni castigos, ni nada. No hay forma. Sólo me queda la fuerza bruta.
Cuando llegué a doblar la esquina aún alcancé a oír el llanto desmesurado del niño y a ver cómo sus fuerzas habían cedido y su madre lo arrastraba hacia la escuela.


¡Qué listo el crío! Con apenas cuatro años –calculo- ya sabía lo que le convenía y lo que no.
¡Qué pobreza la de la madre! Sólo contaba con un único recurso: la escuela.
¡Qué triste esta sociedad! Con todo lo que tenemos de bienestar, derechos, propiedades, servicios, seguridades, … y aún no hemos sido capaces de crear lugares – tiempos – situaciones, en los que los niños vayan creciendo entre iguales en sociabilidad, autonomía, curiosidad, imaginación, conocimientos de respuestas,…
¿Y si ampliásemos y potenciásemos los parques y colocásemos allí educadores?
Buen finde (pronto)

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