viernes, 22 de enero de 2016

La canción de los misioneros

Siempre leo a gusto a John Le Carré. Su prosa suele ser fluida, sencilla y profunda a la vez, inteligente. Sus novelas rezuman humanidad en sus personajes y denuncia en su entorno social. Y están construidas con suficiente intriga como mantener la atención viva.
En “La canción de los misioneros” le toca el turno a un Congo mil veces expoliado desde dentro y desde fuera.
Un cartel de empresas y estamentos políticos se proponen apoderarse una vez más de sus riquezas al amparo de la llegada de un nuevo “mesías”.
“Y nunca se te ha ocurrido que acaso sea designio divino que los recursos del mundo, cada vez más escasos, estén mejor en las manos de almas cristianas civilizadas con una forma de vida culta que en las de los paganos más atrasados del planeta?”.
Nada podrán frente a ellos ni la ingenuidad, ni la bondad, ni la esperanza, ni la fe, ni los deseos, ni la lucha de los “buenos”.

Sólo las dificultades de la localizaciones  geográficas (tanto del Congo, como de Londres y de Inglaterra) frenan un tanto una lectura amena, interesante y digna.

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