Hoy hemos
replantado el árbol “de navidad”. Lo hemos devuelto con todo cariño a su hábitat
natural. Y con ello, hemos dicho oficialmente adiós a las navidades.
Ya se que a
este tiempo tan espaciado le queda aún la fiesta de Reyes. Pero, la vida se
impone las más de las veces a las costumbres y usos, por más arraigados que
estos estén. Y no se trata de ninguna pataleta republicana.
Los hijos se
hacen mayores, van estableciendo sus propias familias, sus lugares de
residencia y trabajo, sus necesidades, sus tiempos y espacios. Y así debe ser.
Aunque a veces cueste aceptarlo, todos hemos hecho lo mismo, más o menos, antes
o después. Que la vida no se para.
Así que este
año sólo podíamos estar todos juntos en nochevieja (aunque, de los males el
menor, han podido ser casi tres días juntos, en la misma casa –ventajas del
pueblo- y con muchos más ratos en común que simplemente los que trascurren en
la mesa). Y, como sólo podíamos en esa fecha, esa fue la elegida para
intercambiar los regalos que esta vez no trajeron ni Olentzero, ni Papá Noel,
ni los Reyes.
De cualquier
forma he sabido que los niños rusos reciben sus regalos el primero de enero,
traídos por un personaje aquí desconocido “el abuelo del frío”. ¿Habrá que
acostumbrarse: pueblo, frío, abuelo,….?
El mundo es
rico en tradiciones diversas y en sentimientos comunes. El sentimiento es lo
que importa de veras, la costumbre es mero perifollo para envolverlo. Y en
Bilbao o Villatomil, las formas e celebración de un mismo sentimiento, tampoco
difieren demasiado. Quizás aquí (en Villatomil) haya mucho menos ruido. El 24
por la tarde-noche, en Santutxu, en cualquiera de sus plazas, había un ruido
ensordecedor; el 31 en Villatomil sé que hubo algún petardo porque me lo
contaron, pero yo no llegue a oírlo.
De cualquier
forma el único sonido que en las noches de fin de año echo en falta es el de
las sirenas de los barcos (que a esa hora saludaban en Sestao el nacimiento del
año nuevo) y el golpeteo de las cazuelas que resonaba en las escaleras del
portal. Cosas de la edad.
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