lunes, 4 de enero de 2016

Final de las navidades

Hoy hemos replantado el árbol “de navidad”. Lo hemos devuelto con todo cariño a su hábitat natural. Y con ello, hemos dicho oficialmente adiós a las navidades.
Ya se que a este tiempo tan espaciado le queda aún la fiesta de Reyes. Pero, la vida se impone las más de las veces a las costumbres y usos, por más arraigados que estos estén. Y no se trata de ninguna pataleta republicana.
Los hijos se hacen mayores, van estableciendo sus propias familias, sus lugares de residencia y trabajo, sus necesidades, sus tiempos y espacios. Y así debe ser. Aunque a veces cueste aceptarlo, todos hemos hecho lo mismo, más o menos, antes o después. Que la vida no se para.
Así que este año sólo podíamos estar todos juntos en nochevieja (aunque, de los males el menor, han podido ser casi tres días juntos, en la misma casa –ventajas del pueblo- y con muchos más ratos en común que simplemente los que trascurren en la mesa). Y, como sólo podíamos en esa fecha, esa fue la elegida para intercambiar los regalos que esta vez no trajeron ni Olentzero, ni Papá Noel, ni los Reyes.
De cualquier forma he sabido que los niños rusos reciben sus regalos el primero de enero, traídos por un personaje aquí desconocido “el abuelo del frío”. ¿Habrá que acostumbrarse: pueblo, frío, abuelo,….?
El mundo es rico en tradiciones diversas y en sentimientos comunes. El sentimiento es lo que importa de veras, la costumbre es mero perifollo para envolverlo. Y en Bilbao o Villatomil, las formas e celebración de un mismo sentimiento, tampoco difieren demasiado. Quizás aquí (en Villatomil) haya mucho menos ruido. El 24 por la tarde-noche, en Santutxu, en cualquiera de sus plazas, había un ruido ensordecedor; el 31 en Villatomil sé que hubo algún petardo porque me lo contaron, pero yo no llegue a oírlo.

De cualquier forma el único sonido que en las noches de fin de año echo en falta es el de las sirenas de los barcos (que a esa hora saludaban en Sestao el nacimiento del año nuevo) y el golpeteo de las cazuelas que resonaba en las escaleras del portal. Cosas de la edad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario