Fin de
semana en Burgos, capital. Por aquello de hacer una visita al hijo que vive por
allí cerca.
Domingo,
mediodía, centro de la ciudad. Aperitivo con gentes de Burgos de toda la vida.
El primer
vermut cae en una cafetería a la que se entra desde “el paseo” o desde “la
plaza de la catedral” indistintamente.
Entramos por
“el paseo”. Tomamos el primero. Salimos por la otra puerta, la de “la plaza”, e
inmediatamente giramos a la derecha en busca de un nuevo marianito.
Entonces les
provoco un poquito: “Cómo es posible que
paséis por aquí y no os paréis a ver semejante imagen” (en referencia a una
imponente catedral).
Y, sin más,
surge ese manido tema de por qué no vemos las bellezas de nuestra propia
ciudad. ¿Por qué es necesario que venga alguien de fuera a contarnos lo que,
día tras día, no “vemos” o hemos dejado de ver?
Parece que
éste es un tema universal.
La “mirada
del turista” sólo requiere un poquito de sensibilidad y romper con esa
costumbre que me hace suponer que “esto lo tengo ya muy visto”.
Qué bueno
sería pasearla por nuestra ciudad… y por nuestros vecinos… y por nuestros
amigos… y por nuestra familia… y hasta por uno mismo!
A ver si
aprovechamos el verano (y el invierno) para hacer todo el turismo que podamos
para entrenar nuestra “mirada de turista”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario