Estoy seguro de que alguno(s) de vosotros puede
paliar mi ignorancia a poco que se esfuerce en mandar un comentario a esta
entrada. Por eso me animo a hacerla.
Las pasadas navidades me regalaron un estupendo
lector de libros electrónicos. Yo ya tenía uno, pero era muy pobrecito en
prestaciones. Y quería uno que fuera táctil. El que me han regalado lo es (una maravilla)
y, además, tiene luz propia, wifi y un montón de adelantos que aún no he
explotado, ni casi conozco. Como casi todo el mundo, a medida que se me ocurre
que me vendría bien una “aplicación”, busco a ver lo que encuentro. Porque lo
de leerse un manual…
A lo que iba, en el pack del regalo venía la
posibilidad de acudir gratuitamente a una biblioteca durante unos meses y coger
de allí lo que me interesara. Sólo el “aburrimiento” me llevó ayer hasta esa
página, seguro como estaba de que allí no encontraría nada de mi interés.
Pero, oh sorpresa, hete aquí que me encuentro con un
libro de relatos nada menos que de Leonardo Padura. Un libro del que yo no
tenía ni noticia. Así que me lo baje a mi aparato. Y aquí viene mi ignorancia.
La que podéis paliar.
Leo perfectamente el libro. Pero, ¿dónde está? He
recorrido mi lector un par de veces y ni rastro. Me he dicho: claro, como tiene
wifi, el libro está en “la nube”. Así que he desconectado el wifi… y he seguido
leyendo como si tal cosa. O sea, ¿dónde está?
Qué listos son: me dejan leer (porque lo he pagado),
pero no puedo hacer nada más con él. No sé durante cuánto tiempo lo tendré a mi
disposición. No me he enterado. Pero, ¿lo tendré para siempre? Y si le llego a
decir que quería leerlo en mi ordenador, ¿lo tendría aquí disponible?
Por favor. Pido sopitas: ¿dónde está el libro de L.
Padura?
En todo este proceso he aprendido-recordado tres
cosas: Padura escribe maravillosamente bien; sería bueno hacer un poco más de
caso a los manuales y no enchufar y ¡hala! a por él; y tres: siempre nos venden
aparatos que hacen más cosas que las que queremos, pedimos, o necesitamos. Es
la traducción tecnológica de aquel:
- ¿Cuánto
quiere?
- Póngame
200 gramos.
- Me he
pasado un poco. ¿Se lo dejo así?
- Bueno,
bueno, déjelo.
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