Esta semana ha sido semana de recuerdos, añoranzas y
demolición de ese aserto que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor. Todo
ello en el ámbito de mi pasado como educador.
Primero fue Andoni reteniendo el título de campeón
de España. Luego llegó un e-mail de una de sus compañeras de estudios que decía
recordarme al hilo de un libro que una vez le regalé. Por último la
presentación de la celebración del 50 aniversario de la “EPO” (la “E” de
escuela me gusta mucho más que la “C” de centro, y ahora puedo mantener mi
pequeña iconoclastia).
(Nota para algunos.- Lo que durante mucho tiempo fue
“Escuela Profesional de Otxarkoaga, no sé cuándo se trasformó en Centro, por
alguna cuestión administrativa).
En el primer caso encontramos una demostración
palpable de que no hay que tirar nunca la toalla. Y nunca vendrá mejor que aquí
el símil pugilístico. Me alegro mucho por Andoni, muy mucho. El sabe muy bien de mi afecto. Pero, más allá, está la
certeza de que en la vida siempre hay un meandro por que el que encontrar una
salida y tirar p´alante. ¡Cuántas tentaciones de tirar la toalla en el mundo de
la educación! ¡Cuánto “con este no hay
nada que hacer”!. Y ¡qué lejos de nuestro estilo (el mío y el de otros mucho
con quienes eduqué codo con codo)!
Lo del libro es muy interesante. Siempre he
respetado a esa gente (buena gente) orgullosa (con razón) de ir haciendo en su
casa una “pequeña-gran” biblioteca, gente que no permite que nadie le “robe” un
libro no sea que no lo devuelva.
Durante mucho tiempo yo pensé y practiqué que
cualquiera podía coger y llevar mis libros. No todos. Algunos por “raros”, por
“queridos”, o por "subrayados-trabajados-escritos en los márgenes", no entraron nunca en la
categoría de “llevables”. El resto sí. ¡Cuántos libros “perdidos”! ¡Cuánto
teatro y cuánta novela comprada y recomprada para que se “perdiese”!
Y ahora alguien se acuerda de mí, mientras cursa un
máster de sociología (aquí podéis situar mi añoranza), al trabajar con un libro
que yo le regalé no recuerdo cuándo. ¿De verdad cree alguien que aquel libro
estaría hoy mejor en mi biblioteca?
Y, por último, presentación del 50 Aniversario de la
EPO. Al final del acto me preguntaba Txutxi (el organizador) qué me había
parecido. Y no le contesté más allá de subrayar algún detalle pequeñito.
Es que no estuve muy atento a lo que decían o hacían.
Mi interés no estaba en la tribuna sino en el público. Y allí sí que había
alguna respuesta interesante a su pregunta, al menos allí estaba mi respuesta:
me ha faltado alguna gente, pero me he hinchado a sorpresas y abrazos. Me he
reencontrado, por un momento, con un montón de gente que significó mucho en
diferentes momentos de mi vida (con unos cuantos que aún siguen significándolo)
y eso, amigo, bien vale que la Escuela haya tenido que aguantar 50 años.
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