50 Aniversario. 50.
Difícil pasarlo en silencio, ¿no?
Tengo a bien haber sido sujeto activo de 25 de esos años. Sólo la
mitad. 25, que no son pocos. Todos no, pero muchos sí. Serían más si contase
“ratos cortos” pasados de manera intermitente allí o con los que estaban allí.
La primera vez que “subí” a Otxarkoaga, cuando el barrio para mí no
era más que un nombre y una vaga idea, tardé menos de media hora en estar
“trabajando” en “la EPO”. Corría el año 1972. Así que algo podré decir.
Seguro que muchas cosas: algunas –espero- sabrosas, jugosas; otras
manidas, repetidas, aburridas. Así que intentaré contener mi incontinencia
verbal para ceñirme a un par de ideas que rondan por mi cabeza desde que supe
que no me iba a poder callar ante semejante efeméride. Es la última de
semejante calibre de lo que me resta de vida, al menos de vida “escribiente”.
A lo largo de 25 años he vivido muchas luces y algunas sombras. Permitidme
que hable sólo de un par de cada una de ellas.
Dos sombras, sin hacer sangre (que éste no es el momento ni el lugar),
pero sin cerrar los ojos, que algo habrá que mejorar en los próximos 50 años:
Ha habido momentos de una fuerte desconfianza por parte de los que
“mandan” en la responsabilidad y el compromiso, en la madurez y la honradez, de
muchos de los esfuerzos por ser corresponsables y copartícipes de lo que allí
se decidía hacer, del camino que se quería recorrer, de las líneas de trabajo
que una y otra vez se abrían hacia los alumnos y el propio personal del que se
desconfiaba.
Y ha habido momentos
oscurantistas, de falta casi absoluta de trasparencia, ideológica, económica,
de los planes que “alguien” hacía, de las decisiones que “alguien” tomaba.
Dos grandes luces, a veces deslumbrantes, a veces suficientes para que
la oscuridad no se apoderase del camino, siempre presentes, siempre encendidas,
siempre venciendo las oscuridades:
El trabajo, el compromiso, la responsabilidad, la imaginación, los
sueños, la ilusión, las ganas, el desparpajo a veces, el calor de un profesorado
que daba mucho más de lo que recibía de quien tenía la obligación de
corresponder a todo ello y, posiblemente, mucho menos de lo que recogía de un
alumnado, que “decían” pobre y no era tal.
Y la capacidad de amoldarse, de buscar y trasformar, de cambiar todo
lo que hiciera falta para que los alumnos hayan salido a la vida laboral con un
bagaje suficiente para defenderse, trabajar y poder asentarse en la vida adulta
social.
Claro que ha habido muchas otras luces y lucecitas, otras sombras
densas y penumbras suaves. Pero éstas son las que yo hoy quiero destacar.
No tengo ninguna duda de que ésta es una visión parcial. Claro: es la
mía. Hay (habrá) otras muchas, distintas, más acertadas, más interesadas… Entre
unas y otra (la mía), de momento, sólo hay una diferencia: la mía se puede
leer, las otras no he podido, o no he sabido, leerlas. Espero que sea una
diferencia momentánea.
50 es una buena cifra para que todos podamos hablar, para que a todos
se nos pueda escuchar.
A los que pasasteis y ya no estáis, a los que seguís en la “pelea”
diaria, a los que “sufrís a los txabales” y a los que sólo los conocéis de
oídas, de lo que os cuentan, a todos os deseo otros 50 años de educación
(bueno, jubilaros antes) y felicidad.
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