martes, 11 de noviembre de 2014

El intenso calor de la luna

“El intenso calor de la luna” es la última novela de Gioconda Belli.
Escribo sobre ella con la profunda sensación de sentirme defraudado. Belli escribe bien, muy bien, es capaz de cargar su prosa de una poesía bella y profunda, pero en esta novela sólo aparece esa cualidad en contadas, muy contadas, ocasiones.
Estamos ante una novela “ya sabida”: la mujer no es sólo sexualidad y lo que parece su final, la menopausia, puede convertirse en el gran momento para revolucionar la vida propia y encontrar el camino que la llevará a realizarse, más allá de su amante y constante dedicación a los hijos y al marido.

Y es una historia “ya sabida” porque, si teóricamente no aporta nada nuevo, la forma de relatarla es pura didáctica, muchas veces cercana a lo panfletario, casi siempre difícil de creer por la mujer elegida como ejemplo de “redención de la causa femenina.
Belli inventa una historia y, a medida que ésta acontece, la va comentando, va dirigiendo la atención del lector (no sea que éste sea un poco tonto) y estableciendo, incluso, el juicio que debe emitir.
A ratos escribe como si se tratara de una obra de teatro en la que el ambiente se describe en rápidos trazos  como si no fuera otra cosa que el escenario en el que sucede el diálogo. Posiblemente quiere conseguir unos efectos visuales, entendiendo que lo que importa es lo que allí se dice, el discurrir de las ideas.

Claro que la novela está bien escrita, que se lee sin ninguna complicación, que todo es muy fácil y muy claro, que lo único que resulta discordante son algunos de los agobios de la protagonista. Claro que a veces la prosa se hace bella. Pero nada más. Después de ver el lazo con el que se adorna, poco queda del regalo esperado.

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