martes, 3 de junio de 2014

El niño que robó el caballo de Atila.


Mientras leía “El niño que robó el caballo de Atila”, de Iván Repila, y, definitivamente, al acabar la novela, acudían a mi mente los ecos de dos ideas sobre la creación artística que manejé durante muchos años, y en las que aún creo.
Muchas veces expliqué a mis alumnos que la buena literatura “suena bien”, que no siempre debe estar cimentada sobre ideas fácilmente comprensibles, de esas que uno analiza y desmenuza.
Usaba frecuentemente mi admiración por la poesía de Dámaso Alonso. Y confesaba, sin rubor, que, a pesar no haber podido entender nunca al completo uno solo de sus poemas, lo leía con frecuencia porque “me sonaba bien”.
Y, a modo de justificación, les preguntaba y me preguntaba cómo se entendía la música de aquel cantante, de lengua inglesa o francesa, que tanto les gustaba. Jamás me ha preocupado entender qué decían los Beatles (si es que decían algo, que no lo se).
Ello no quita el esfuerzo por entender lo que sí hay de comprensible. Pero, para que sea posible hacerlo, muchas veces hay que “estar en la onda”, hay que conocer sus antecedentes, el ambiente en que se creó, …Así, a mí no me resultó costoso entender el Godot de Becket, el cepillo de dientes de Jorge Díaz o el “8½” de Fellini.
Sólo los ecos de esas dos ideas me hacen respetar la novela leída. Sólo ellos me libran (o le libra a él, tampoco lo sé) de concluir que Repila nos toma el pelo.
“El niño que robó…” suena bien. Por momentos, muy bien y algunos pasajes, considerados no como parte de un conjunto, sino como un todo, resultan muy interesantes.
Resuenan ideas tan atractivas como la lucha por la libertad, la solidaridad, la necesidad de que alguien muera para que otro sea libre, la necesidad de catarsis por parte del héroe antes de dirigir la revolución, el cuidado que el hermano mayor le debe al menor, la necesidad de la violencia, la comunión con la tierra,… Demasiado.

Ahora bien, ¿me habrá tomado el pelo Iván Repila? Por si consigo aclararme un poco (que tampoco me importa mucho “a estas horas”) y, como ésta es su segunda novela, voy a ver si leo la primera sin tardar mucho.

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