viernes, 4 de enero de 2013

El gatopardo

El gatopardismo en política es el arte de cambiar lo que haga falta para no cambiar nada.
Andaba yo con ganas de escribir un par de cosas sobre la próxima (veréis cómo no se hace ni una) raválida de la ESO, pero me puede la pereza.
Este principio de año (que además ha llegado con algún virus extraño) está siendo (él, no yo) extremadamente perezoso.
Como, además, estaba leyendo algo muy bonito, a pesar de salirse casi por completo de mis preferencias novelísticas, paso de Wert y os cuento unas cositas de El gatopardo de  Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
 Está escrita entre 1954 y 1957 y publicada en 1958 (póstumamente) en Italia

 Se trata de una novela histórica con un humor fino y mordaz, una buena dosis de ironía crítica, de sabiduría política y de conocimiento del amor-relaciones hombre-mujer (vistas desde el hombre).
Se vuelve un pelín espesa en algunos momentos, precisamente por la riqueza de su descripción.
Me ha dejado estas breves lindezas:
En la presentación de la que habrá de ser “princesa”, no siendo más que la hija de un adinerado campesino: “Por lo demás, es guapa, y una vez haya aprendido a lavarse… “Para que todo quede tal cual.” Tal cual, en el fondo: tan sólo una imperceptible sustitución de castas.”
Hablando de la aristocracia con un jesuita: “Vivimos en una realidad móvil a la que tratamos de adaptarnos como la algas se doblegan bajo el impulso del mar. A la santa Iglesia le ha sido explícitamente prometida la inmortalidad; a nosotros, como clase social, no. Para nosotros un paliativo que promete durar cien años equivale a la eternidad”.
“El amor. Evidentemente, el amor. Fuego y llamas durante un año, cenizas durante treinta.”
“… la voluntad de gritar “siempre lo dije”, al ser la más fuerte que puede gozar una criatura humana, había trastornado todas las verdades y sentimientos”
“Los sicilianos no querrán nunca mejorar por la sencilla razón de que se creen perfectos”  ¿Podríamos cambiar sicilianos por otro topónimo más cercano? (Quede claro que yo soy de Sestao, no de Bilbao)
Sobre la matanza innecesaria de animales: “Mientras los piadosos pulgares acariciaban el mísero hocico (de la presa), el animal tuvo un postrer estremecimiento y murió. Pero don Fabrizio y dos Ciccio habían tenido su pasatiempo. El primero había experimentado además del placer de matar el goce tranquilizador de compadecer.”
“Cada vez que uno se encuentra con un pariente, tropieza con una espina.”
“Comprendíase en seguida que Vicenzino era “hombre de honor”, uno de esos imbéciles violentos capaz de cualquier barbaridad”.

Si alguno se anima, que la disfrute y que a todos os traigan buenos regalos los Reyes (aunque haya pasado ya el Olentzero, o sea ese que una vez haya aprendido a lavarse... Para que todo quede tal cual). Vosotros los regalos ya los habéis merecido.

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