miércoles, 3 de agosto de 2011

Una mujer en África


Hubo un tiempo en que íbamos al cine a que nos contaran historias cuyo valor no estaba en sí mismas, sino que servían de metáforas para “transmitir” pensamientos, ideas, valores,…
Ayer estuve en el cine. Vi “Una mujer en África”. Luego he leído algunas críticas. A pesar de esa lectura, sigo sin atar algunos cabos. Por partes.
La película, sin duda, cuenta una historia. Y lo hace de una forma difícil para el espectador, pero que en líneas generales funciona y muy bien. Hay un solo tiempo en la historia. Los hechos ocurren en un breve espacio de tiempo, no más de un día. Aunque el recuerdo de la protagonista nos haga conocer buena parte de un pasado sin el que no tendríamos historia, sólo algunos hechos sin una línea de unión.
Y si el tiempo es uno, los narradores son dos: por un lado, la protagonista nos irá dando la parte de historia que ella conoce y vive. Por otro lado, un narrador en tercera persona, omnisciente, conocedor de todo lo que ocurre alrededor de la protagonista, la sitúa en el contexto más amplio de la realidad.
Y si la historia no tiene nada de metafórica, sí está llena de lugares ejemplarizantes. Es decir, de situaciones que sirven de ejemplo para entender cosas que sí nos interesan porque “trascienden” a la lucha de una mujer por mantener el domino de un cafetal en una situación de cambios políticos en medio de África: el valor del matrimonio y la maternidad, la lucha por lo que una considera suyo, aunque legalmente no sea la propietaria; el sentido de la propiedad; la violencia como medio político; los niños-soldados;…
En algunos momentos, la película – creo – quiere abarcar tanto y hacerlo con anécdotas tan breves que resulta ininteligible. Al menos, este servidor se ha quedado en ascuas respecto a determinadas escenas. Vamos que no he conseguido saber a qué venían.
La forma en que está narrada, la interpretación, la música, la historia contada son suficientes para recomendar que vayáis a verla. Si lo hacéis, dejad vuestros comentarios.

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