“Y allí estaba, todo para ella.
Un crimen insoluble. Un asesinato de habitación cerrada como los de aquellas novelas de principios del siglo XX, que
entretenían a los lectores jugando a imaginas cuál podía ser en realidad el
límite de lo imposible. ¿Era aquel tipo de misterio al que se enfrentaba ahora
Valentina? ¿Qué mundo había estado encerrado en aquella goleta la noche
anterior?
Me había hecho demasiadas ilusiones: la novela no ha
conseguido conmigo lo más importante que se le pide a esta clase de novelas:
que haya estado empeñado en resolver el problema antes de que lo haga (que ya
sabes que lo va a hacer) el propio relato, o de que no dejes de leer hasta que
tu duda queda definitivamente eliminada.
Una historia de amor, en paralelo al descubrimiento
del asesino, enreda la investigación, pero a mí no me parece que funcione bien.
Sí funciona mejor el análisis de los posibles
asesinos y su relación con la víctima.
Y luego están esas introducciones a la acción de
cada capítulo: moralizantes y fuera de lugar, de tono… No me han gustado.
Demasiadas ilusiones y pocas realidades.
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