sábado, 14 de agosto de 2021

"El pozo" de Berna González Harbour

 

Un pozo se ha tragado a una niña y la protagonista – periodista de televisión – no puede dejar pasar la oportunidad de consolidarse en la cadena en la que trabaja. La noticia debe ser suya.

Pero, al mismo tiempo una mujer ha sido asesinada hace cuatro años y ella, la periodista, forma parte del jurado popular que en esos momentos está a punto de dictar sentencia. No puede escapar de una situación que le impide dedicarse a su trabajo.

De eso va “El pozo” de Berna González Harbour.

El relato le sirve a la autora para incluir una enorme crítica a los medios de comunicación (y a los que los seguimos). Llega un momento que el hecho de descubrir que la niña tenía un triciclo se convierte en la gran noticia: nada hay que sea más interesante que el hecho de que la niña tenía un triciclo que le habían regalado por reyes.

(Y, mientras yo leía todo esto, en la televisión no hacían sino pasar la noticia de Messi, ese que convertía en pocas horas el llanto compungido en la mayor de las alegrías).

“El periodismo de orgasmo, el periodismo de espectáculo, de show. Periodismo de pulsiones cortas, rápidas, superficiales. […] Los anuncios se sucedían uno tras otro en pantalla. La publicidad se amontonaba. […] Que el periodismo no aporta nada.

- No dijo el periodismo. Dijo el morbo. El morbo estéril.

- ¿Y ves alguna diferencia?”

“- ¿Tú crees que estamos buscando la realidad? ¿O estamos buscando la audiencia mientras creamos otra realidad?

- Yo estoy buscando la realidad. Pero sé que, si por mi fuera, no comeríamos.”

La crítica es tan ácida que, fuera de la novela, la autora, que también es periodista debe dejarnos este recado:

“Este libro no es un ataque al periodismo.

Sino un homenaje al periodismo de verdad”

Como siempre, Berna G.H. consigue imprimir al relato un ritmo que no concede pausa ni a la protagonista ni al lector.

Admito que a mí me gusta ese tipo de escritura en la que la oración (: “sujeto – verbo – complemento”) casi brilla por su ausencia. Ya sea porque falta el sujeto,  o porque eres tú el que te inventas el verbo, o porque hay tal retahíla de sujetos o de complementos que te quedas desituado (acabo de inventarme una palabra) y quizás deberías volver para atrás para ver si la sintaxis es correcta, pero eso te despistaría de lo que verdaderamente importa. Y sigues. Es una escritura para leer sin tomar aliento. A veces tan excesiva que bordea la caricatura.

Y luego, cuando te paras con la novela concluida, comprendes que a ratos te ha “engañado”, que hay menos de lo que podía haber y que se le pueden sacar unos cuantos defectos. Pero eso es al final, cuando ya no queda novela.

Y entonces tú ya no estás para esos trotes.

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