Verano de lecturas pocas y fáciles, reconocibles y reconocidas. Esta vez le ha tocado el turno a Donna
Leon y su última novela: Esclavos del deseo
Puede resultar
extraño que durante gran parte de la novela no haya ni siquiera un crimen
declarado y manifiesto, que investigar; aunque ya desde el principio está
presente la sospecha de que éste va a aparecer.
Lo que de verdad
importa es investigar las razones de la trata de mujeres, de las necesidades
de salir de la tierra de uno, de quienes se aprovechan de ello y de la sociedad
que lo permite.
Quizás esta vez,
Brunetti se apoya menos que otras veces en su mujer y sus hijos, quizás su
entorno familiar está menos presente, pero por lo demás hay poco nuevo que
comentar.
A Donna Leon
siempre se la lee a gusto y siempre se la reconoce.
Acabo dejando
algunas de las perlas de la novela. El que quiera, puede encontrarlas todas en
ella:
“Luca Ippodrino había convertido la trattoria de su
padre en un restaurante de fama mundial siguiendo tres normas bastante
sencillas: servía la misma comida que su madre había servido durante treinta
años a los hombres que descargaban los barcos en Rialto, pero ahora en platos
de porcelana y en raciones mucho más pequeñas y decoradas con delicadeza, y
había inflado los precios de manera casi insostenible. La lista de espera para
conseguir una mesa se llenaba con meses de antelación.”
“La semana anterior había leído que Veritas había
anunciado tres puestos de basurero y había recibido casi dos mil solicitudes,
casi todas de licenciados universitarios.
El país de Dante, Miguel Angel, Leonardo, Galileo y
Colón, donde dos mil hombres competían por trabajar de basurero”
“Brunetti siempre había detestado a los abusones por
encima de todas las cosas: aborrecía su arrogancia, su desprecio por los que
son más débiles que ellos, su tranquilidad y su convencimiento de que les
correspondía más de todo y que sólo tenían que pedirlo o cogerlo”
“Esas víctimas del tráfico (de personas) podían
acabar siendo empleados del hogar, jornaleros, juguetes sexuales, puede incluso
que donantes de órganos y, a cada paso, se despojaba a esas personas y a las
almas de los propietarios (si es que Brunetti podía permitirse usar una palabra
como alma) de una capa de humanidad.”
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