jueves, 5 de agosto de 2021

Donna Leon: Esclavos del deseo

 

Verano de lecturas pocas y fáciles, reconocibles y reconocidas. Esta vez le ha tocado el turno a Donna Leon y su última novela: Esclavos del deseo

Puede resultar extraño que durante gran parte de la novela no haya ni siquiera un crimen declarado y manifiesto, que investigar; aunque ya desde el principio está presente la sospecha de que éste va a aparecer.

Lo que de verdad importa es investigar las razones de la trata de mujeres, de las necesidades de salir de la tierra de uno, de quienes se aprovechan de ello y de la sociedad que lo permite.

Quizás esta vez, Brunetti se apoya menos que otras veces en su mujer y sus hijos, quizás su entorno familiar está menos presente, pero por lo demás hay poco nuevo que comentar.

A Donna Leon siempre se la lee a gusto y siempre se la reconoce.

Acabo dejando algunas de las perlas de la novela. El que quiera, puede encontrarlas todas en ella:

“Luca Ippodrino había convertido la trattoria de su padre en un restaurante de fama mundial siguiendo tres normas bastante sencillas: servía la misma comida que su madre había servido durante treinta años a los hombres que descargaban los barcos en Rialto, pero ahora en platos de porcelana y en raciones mucho más pequeñas y decoradas con delicadeza, y había inflado los precios de manera casi insostenible. La lista de espera para conseguir una mesa se llenaba con meses de antelación.”

“La semana anterior había leído que Veritas había anunciado tres puestos de basurero y había recibido casi dos mil solicitudes, casi todas de licenciados universitarios.

El país de Dante, Miguel Angel, Leonardo, Galileo y Colón, donde dos mil hombres competían por trabajar de basurero”

“Brunetti siempre había detestado a los abusones por encima de todas las cosas: aborrecía su arrogancia, su desprecio por los que son más débiles que ellos, su tranquilidad y su convencimiento de que les correspondía más de todo y que sólo tenían que pedirlo o cogerlo”

“Esas víctimas del tráfico (de personas) podían acabar siendo empleados del hogar, jornaleros, juguetes sexuales, puede incluso que donantes de órganos y, a cada paso, se despojaba a esas personas y a las almas de los propietarios (si es que Brunetti podía permitirse usar una palabra como alma) de una capa de humanidad.”


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