Tenía yo para mí que en cualquier
momento me podían convocar para una gran manifa anti-algo, un encierro
reivindicativo, una acampada de protesta, alguna acción rápida de interrupción
del tráfico, o de la actividad diaria de un banco, o del paseo de un político, …
Pero, mira por dónde, se me convoca a
una huelga. A mí. Ya viejo y, sobre todo, jubilado.
Me asaltan las preguntas (antes que
las respuestas), quizás fruto de mi ingenuidad, quizás fruto de mi experiencia.
¿Ese día no puedo echar mi siestecita?
¿Prohibido hacer la compra, cocinar,
limpiar la casa, comer, …?
¿No voy a leer el periódico, ni ir de
vinos, ni pasear con mis amigos?
¿No me podré duchar, ni ir a la
gimnasia o al baile que me toca?
¿No podré hacer esos kilómetros
diarios que me tiene mandados el médico? ¿Y las pastillas, las tomo o no?
¿Tampoco puedo cuidar a los nietos?
¿Ese día no hay ni sudoku, ni partida
de cartas? ¿El club y el hogar estarán cerrados?
¿Ni coger el metro o el autobús?, ¿ni
conducir?.
¿No puedo leer ni ver la tele? ¿ni ir
a clase?
¿Tengo que apagar el móvil para toda
la jornada?
Y, sobre todo, ¿me van a descontar la
parte correspondiente de la pensión?
Porque todo esto es lo que hacemos
los jubilados.
El día 30 prometo estar muy atento
para aprender de cara a la próxima convocatoria de huelga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario