sábado, 9 de julio de 2016

Una mano inflamada

Por épocas, temporadas, momentos… este blog padece un cierto languidecer: temático (¿qué más se puede decir?; ¿no está ya dicho, vanamente, casi todo? Y las dos últimas novelas empezadas dejadas antes de la página cuarenta), de autor (metido “en el mundo de la huerta”, en el campo, lejos de la “ciudad”, lugar de la educación o la política) y (sospecho) hasta de lectores (los que me constan como tales disfrutan de su merecido verano y no estarán para “tonterías”).
Por eso, de vez en cuando, como queriendo salir de su decaimiento, exprime las  pocas situaciones o ideas “nuevas”, en la sospecha ¿ingenua? de que esas gotas de zumo contribuyen o pueden hacerlo a perfilar el mapa de la realidad, que siempre es demasiado poliédrico.
Larga introducción para contar que durante algo más de cuatro meses he sufrido (he tenido que sufrir) las incomodidades, y a veces dolores, de una inflamación en la base de uno de los dedos de mis manos. Pero, lo bueno será contar su “desarrollo médico”, que es lo que da juego.
Hace como tres meses, en una de las revisiones periódicas que le hacen a mi espalda, aproveché que estaba con el traumatólogo para contarle que llevaba un tiempo con molestias en la mano. Me la miró, me tocó, y dijo:
- Tienes una inflamación. Tendrán que infiltrarte. Y si no da resultado, operarte. Vete al médico de familia.
Y fui. Y me miró la mano, la toco y dijo:
- Tienes una inflamación. Tendrán que infiltrarte. Y si no da resultado, operarte. Te mando al traumatólogo.
Casi tres meses después, llegaba el momento de mi cita. Me miró la mano, me la tocó y me dijo:
- Tienes una inflamación. Te voy a infiltrar. Y si no da resultado, ya veremos.
Y preparó una jeringuilla, me infiltró. Y aquí estoy. No se cuál será el resultado. De momento es positivo.
La cuestión es el protocolo. Estoy absolutamente seguro de que los tres profesionales que han visto mi mano inflamada han obrado correctamente. Lo han hecho bien, bien… conforme a lo que les marca un protocolo (que no conozco y que tendrá sus razones).
Y ahora ¿esto a quién se lo cuento? ¿Al departamento de atención al paciente? ¿Hay lugar para este tipo de comunicaciones? ¿Dónde harán caso y tendrán en cuenta que hay medidas que no piden mayores desembolsos, sino organizaciones más eficaces?
También de esto tratará, o debería tratar, (creo yo) la política. No la de las grandes  declaraciones ni la de las leyes de gobierno, sino la de atender, desde cualquier ideología o partido, desde cualquier “sentido común”, a las pequeñas necesidades (esas que te tienen durante cuatro meses con la mano dolorida y que, en principio, se solucionan con un pinchazo que es menos molesto y más rápido que sacarte sangre para un análisis y que se diagnostica con una mirada, un leve tocamiento y un par de preguntas sencillas al paciente).
También debería tratar de crear los mecanismos para que cualquier ciudadano pueda ayudar, exprimiendo la realidad, a crear un mapa que la refleje con la mayor exactitud posible.

Incluso desde la huerta. O haciendo un alto, para dedicárselo a la ciudad, que era el lugar de las tres consultas.

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