La semana pasada la prensa
repetía en un titular el hecho de que las grandes empresas en España pagaron
alrededor de un 5% de Impuesto de Sociedades. Digo que lo repetía porque esta
misma noticia la podéis encontrar en cualquier hemeroteca desde hace un porrón
de años.
Así que me he ido a
Wikipedia y he extraído lo que sigue:
“El IS
en España es del 30% para las grandes empresas y del 25% para las pequeñas y
medianas empresas, excepto en el País Vasco, que dispone de autonomía fiscal, y
donde es del 28%.”
Lo que hay entre el 5 y el 30% se llama, eufemísticamente,
ingeniería financiera.
Por puras ganas de hacerme mala sangre comparando, he buscado
mi declaración de la Renta del año pasado y he recordado que me aplicaron un
tipo (se llama así) del 26,08%. Sin ningún descuento, porque, torpe de mí, no
tengo ingenieros financieros.
Como estamos a finales de año, recuerdo cuando sí podíamos
hacer uso de esos ingenieros. Por estas fechas, en la Caja (que ni “pa” Banco
me llegaba) me recordaban que podía dedicar parte de los ahorros del año (más
eufemismos) a mi plan de pensiones porque eso desgravaba y, antes, a amortizar
el crédito hipotecario, que también lo hacía.
Y, a veces, muy pocas, uno quitaba una parte de la
extraordinaria y se la daba a la Caja para en la declaración del mayo siguiente
desgravar 40 ó 50 euros (su equivalente en las pesetas de entonces, vamos)
Ahora ya ni eso. El 26,08. Sólo queda una ingeniería financiera,
tan pequeña que más que ingeniería parece una F.P.: esa que te plantea tu “asesor
financiero” cuando te pregunta: “¿lo quiere con IVA o sin IVA?”.
“Con IVA” significa: le damos un poquito más al Estado, que
somos todos, menos esos señores del 5%, y así igual nos llega con que ellos
pongan el 4,9%. (A estas alturas nadie puede insultar nuestra inteligencia haciéndonos
creer que las grandes empresas son entes abstractos, impersonales, anónimos.
No. Se trata de grandes empresarios, con personalidad física, concreta y con
nombre y apellidos).
“Sin IVA” significa: allá usted, luego no podrá reclamar
nada. Y encima se queda usted con la mala conciencia de creerse tan defraudador
(en el fondo… ¡ay, el fondo: que gran invento) como el del 5%.
Casi todo esto, lo que acabo de escribir viene a cuento de
que en estas fechas siempre pienso en qué le puedo desear para el año próximo a
los que leéis. Este año lo tengo muy claro: que todos vosotros, TODOS, estéis
en disposición de disponer de un par de ingenieros financieros durante todo el
año. Aunque luego los mandéis al paro.
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