domingo, 19 de enero de 2014

La abundancia

Resulta paradójico, cuando aún no hemos salido de esta última por ahora profunda crisis económica, cuando ni siquiera estamos seguros del momento en que empezaremos a salir ni de cuántos y quiénes se quedarán en ella, resulta paradójico, digo, pensar en la “sociedad de la abundancia”.
Y, sin embargo, fue algo que dio mucho que hablar no hace tanto tiempo. Yo ya era mayor cuando se hablaba (hablábamos) de ello.
Posiblemente la mayoría de los que leáis esto podríais “confesar” conmigo que tenemos más jerséis y zapatos que los que  nos va a dar tiempo de romper antes de comprar los siguientes (O sea, que tendremos que tirarlos a la basura o almacenarlos hasta la próxima mudanza). Seguro que en casa hay vajilla para las mesas de varios vecinos; papel de escribir para llenar hasta las memorias de nuestros nietos; comida para varias semanas; “juguetes” para llenar más horas de asueto-vacaciones que las que vamos a gozar antes de la jubilación;… Y así otros muchos cachivaches.
No obstante, hoy el recuerdo me ha venido por otro camino. Leía el periódico y me he encontrado con que Isabel Allende ha vuelto a publicar. No lo hubiera sospechado. La noticia ha sido grata porque su escritura siempre me resulta placentera.
Así que me he encontrado abriendo una carpeta de notas que se titula “pendiente” y que me acompaña en el móvil. Como otras muchas veces, guardaría así el autor y el título.
En esa carpeta hay otros títulos y otros autores y en mi ebook muchas más novelas “pendientes” que las que pueda leer antes de que mis ojos se cierren para siempre.
Y en mi disco duro hay mucha más música que la que una emisora pueda ofrecer a sus oyentes durante un mes entero sin repetirse; más fotos “familiares” que las que las que mi familia soportaría en muchas sesiones sin mandarme a paseo; películas sin ver como para estar proyectando sin parar de aquí a la primavera.
Y he renunciado a almacenar cualquier juego electrónico que no sea un ajedrez (por si un día me diera por ahí), un mahjong, y un par de solitarios con los que matar el tiempo de vez en cuando.
O sea que hay abundancias y abundancias. Y también hay quienes como aquel que hizo un master sobre diferentes maneras de matar el tiempo y tuvo que repetir el curso… porque el tiempo seguía vivo.
¿Habrá en algún lugar abundancia de tiempo?

Os regalo un par de fotos: un atardecer y un amanecer.


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