martes, 10 de diciembre de 2013

Tetrammeron

Hace año y medio saludé la aparición de “Tetrammeron”, la undécima novela de José Carlos Somoza, el otro cubano que me fascina.
Y me daba mucha, llamémoslo, pereza empezarla, porque sabía que, como siempre, Somoza me iba a meter en un mundo diferente, pero, de ninguna manera, ajeno, ya que sus mundos los siento muy reales, muy míos (la mayor parte de las veces sin saber a ciencia cierta el por qué) y sus ecos se me clavan muy hondo.
Sé que a varios de vosotros, de los que seguís este blog, Somoza os gusta. Los que lo leéis, entenderéis que no espere a terminar la novela, que me importe bien poco dónde va a desembocar la aventura de esa niña perdida en un mundo que no parece el suyo (¿o sí es ese el suyo y no el de la excursión didáctica del cole?).
Así que no voy a ni siquiera darme la posibilidad de desmenuzar la novela. Escribo cuando voy por la mitad y después de dos párrafos  cuya lectura me ha arrancado varios aplausos y unos cuantos ¡bravo!
Os copio unos textos y os dejo, a los que os atreváis, a los que además de tener tiempo para leer, no tenéis miedo a los miles de mundos que, paralelos a este que nos aturrulla a diario, se entremezclan en la construcción de nuestro yo, os dejo –decía- con Somoza, el otro cubano que me fascina. Aunque no escriba novela negra.

“Reconoce la familiar sensación de mirar a alguien y pensar que, al mirarlo, también lo está inventando. De esto nunca ha hablado con nadie”
“Ella ya sabía que las cosas no son lo que aparentan. Se lo dice papá. Y sor Esther. Las cosas pueden disfrazarse de otras. Una cosa buena puede tener la apariencia de algo malo. Pero debajo es buena. ¿Y si hubiese otro “debajo”? Quizá mala. ¿Y debajo de eso?
 En teoría, la verdad debe ser la cosa final. Pero no está tan segura. Si todo está mezclado en esa agua insípida e inodora, entonces quizá no haya un “final”. ¿O sí?”

“- Señorita Flesh, este mudo es un misterio inefable. Nada sabemos de él, nada podemos saber. Nuestros pensamientos son los de los hombres, para quienes no están reservadas las respuestas, solo las preguntas. Somos desconocidos que despertamos un día entre desconocidos y, tras algún tiempo de confusión e indagaciones, volvemos a cerrar los ojos y reanudamos el sueño interrumpido.”

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