domingo, 5 de febrero de 2012

Eufemismos aunque no lo parezcan

Hace una mañana de domingo de esas de “no sé para qué me he levantado” y tengo un par de asuntos pendientes con el blog, así que ahí voy.
Llevo toda la semana atento a nuestra facilidad para usar eufemismos que nos despisten un rato de aquello que no nos gusta demasiado. Tres o cuatro ejemplillos: semana de frío, nieves, … (tiempo de quedarse en casa, si no hubiera que salir a trabajar) y, cuando uno se encuentra con el vecino le dice eso de: “hace fresquillo, ¿no?. El político de turno le dice al periodista “con la que está cayendo” y ya no sabemos si se refiere a la nieve que paraliza el tráfico, a la lluvia para la que se hizo la frase, o a la situación social. Y ese entrenador que se atreve a cargarse las ilusiones de miles de hinchas con un “no entramos en el partido” para justificar desidia, mala preparación, o vete a saber qué, sin repercusión en el sueldo que se cobra por el partido íntegro (vamos que si no entraron, si ni siquiera lo empezaron no deberían cobrarlo.
Suena el timbre de casa, tocado en el portal. Cojo el telefonillo y oigo: “cartero comercial”. Abro la puerta y bajo a ver mi buzón esperanzado de que me haya llegado algo interesante… Era propaganda. De esa de papel de dimensiones enormes.
Y luego, en el periódico me encuentro con siguen los “ajustes”. Abro mi correo elecgtrónico y me tropiezo con este para de párrafos en el blog del descodificador:
“Las escuelas y universidades públicas han reducido su presupuesto 2.800 millones de euros en los dos últimos años. Reducción en el número de becas, impagos a los centros (algunos sin calefacción), profesores desbordados…
El PP sin duda admira el modelo de Grecia, donde el presupuesto para Educación ha sido reducido en un 60% en 2011. Juan B. Martínez, autor de estudios sobre la educación en España para CCOO, calcula que la inversión por alumno en nuestras escuelas bajará en torno a un 15% en tres años.”
Cambiemos. Esta semana he dejado de leer “Maldito karma”, de David Safier. Llegué hasta la página 50, pero no pude más. Me la había bajado, es decir, no había pagado nada por ella, así que no me sentía obligado a leerla (si compro, me lo leo. Por amortización). Menos mal. Y luego pensé: es una pena porque ahora, si la hubiera comprado, podría devolverla, me devolverían el dinero y me darían una indemnización por la pérdida de tiempo. A fin de cuentas, no me costaría nada demostrar propaganda engañosa, fraudulenta,… Los jueces, empedernidos lectores, consumidores compulsivos (aunque de novelas) entenderían perfectamente mi postura. Concluí: si nadie me lo vende, si nadie se lucra con ello, ¡viva la descarga libre!
¿Sabéis lo que cuesta una novela electrónica?. Es muy fácil: al precio en papel (en libro de bolsillo) descontadle los gastos del papel (valga la redundancia), la tinta, los gastos de impresión, almacenamiento, distribución, la ganancia de la librería (porque vendrá directamente del productor al consumidor)… Cuando lo hayáis hecho, decidle a Lucía (Etxebarría, claro) que si pone su novela en internet a un euro, a lo mejor gana mucho más que yo en un año.
Buena semana para todos.

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