miércoles, 7 de marzo de 2018

Pensiones de jubilación vs. derechos de ciudadanos


Cuando alguien entra en el mundo de las pensiones descubre que las hay de muchos pelajes y cuantías. Tantas que hablar de pensiones, así, sin más, resulta muy aventurado y complicado. Así que me permitiréis que reduzca el ámbito a las pensiones jubilación. Eso que tan en boga está hoy y que me toca de cerca.
Opino que iría siendo hora de desterrar el concepto y su significado. Es decir, creo que hay que acabar con las pensiones de jubilación.
La fuente de derecho que justifica esta pensión es el trabajo antes desarrollado. Por eso admitimos, con naturalidad que sean distintas (en cantidad de percepción) según lo que uno haya aportado a la Seguridad Social y durante cuánto tiempo. Opino –repito- que hay que cambiar la fuente del derecho. Uno debería tener derecho a percibir lo que necesite para vivir una vejez “digna” por el mero hecho de ser ciudadano. Esa es la fuente de derecho que yo propongo. Todos los viejos, y todos “igual” (habrá variaciones conforme al número de sujetos que vivan de esa percepción y de “cómo de ciudadano” se llegue a ella: casa en propiedad o en alquiler, por ejemplo).
¿Cuándo se empieza a ser viejo? ¿Cuánto hay para cada viejo?. Son asuntos técnicos que se resolverían desde una “oficina técnica”.
Llevo un buen rato con el runrún detrás de la oreja. Es la gran pregunta; esa que ya tenían preparada antes siquiera de empezar a leer todos esos que siempre ponen trabas a cualquier propuesta igualitaria, los que nunca dejan de ver dificultades para cualquier empuje a la justicia (distributiva, la llaman), los que siempre han tenido claro que hay que cercenar de raíz cualquier propuesta socialista (no identificar con partido alguno), no sea que lleguemos a aquel “de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades”.
O sea, la pregunta: ¿de dónde va a salir el dinero?
 Pues la respuesta es fácil, muy fácil, a expensas de que los técnicos lo plasmen en datos concretos: del mismo sitio del que salen los dineros necesarios para rescatar a la banca y a las autopistas, de los impuestos directos que sí van a pagar las grandes fortunas y las grandes empresas multinacionales (o nacionales), del tapón que sí se va a poner a los paraísos fiscales y a las prácticas “éticamente” fraudulentas, de lo que arrample una ley “justa”, de los ahorros que hagamos en los gastos militares (= a cero) o en los gastos de la Corona,…
¿Harán falta más fuentes de dinero? (En este momento os invito a leer a Juan Torres López. El lo dice mejor que yo: con cifras y parsimonia)
Y mientras tanto, mientras tengamos que hablar y pelear por pensiones de jubilación dignas, tengo dos evidencias.
La primera de ellas es que no se puede vivir “dignamente” con 600 euros al mes, que la pensión mínima de jubilación (a la que muchos no llegan siquiera) es un insulto de lesa humanidad, y que a los insultantes de palabra y obra habría que colgarles de una pensión de tal calibre, después de eliminar de sus ingresos cualquier otra fuente: sólo con ese dinero. Un tiempecito, hasta que den muestras de haberse regenerado y puedan reinsertarse en la sociedad.
La segunda de mis evidencias es que no puede ser que el poder adquisitivo disminuya cada año porque las subidas no se corresponden con el encarecimiento de la vida.
Habrá que seguir (¡qué remedio!).

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