Acabo de leer dos novelas de Lawrence Block. Las dos primeras
aventuras de su “no-detective” Matt Scudder:
Los pecados de nuestros padres y Tiempo para amar, tiempo para matar.
Ya en la primera de ellas, había quedado claro que Scudder, ex-poli,
no era un detective. En la segunda de ellas, lo dice con toda claridad:
“- Así que, ¿qué haces?.
¿Eres una especie de detective privado, eh?
- No tengo licencia. A
veces hago favores a gente y me lo pagan”
Son novelas de corte clásico, de esas de detective (o
no-detective) resuelve crimen. Y por el camino, junto a la intriga, un hombre
descreído, bebedor, extraño, con unas fidelidades especiales, sin familia
(aunque un día la tuvo), sin arraigo en casi nada,… un hombre realmente
interesante.
Un hombre hurgando en una realidad que no le gusta y que
muchas veces da por sentada que sólo se puede vivir en ella o siendo un chantajista
o un chantajeado. Esta realidad:
“El nuevo alcalde
estaba teniendo problemas para nombrar a su vicealcalde. La comisión de
investigación había descubierto que los posibles candidatos eran gente
involucrada en diferentes e interesantes tipos de corrupción. Había una
solución evidente y el alcalde daría con ella tarde o temprano. Iba a tener que
deshacerse de la comisión de investigación.”
Se leen con mucha facilidad, son un interesante “divertimento”,
apto para el verano (y para el invierno), que siempre van un poco más allá del
puro dejar pasar las cosas. Además están bien escritas y tienen algunas cargas
de profundidad más que interesantes.
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