- Mire. Llamaba porque estoy
revisando mi contrato con ustedes y descubro que tiene muy poco que ver con mis
necesidades. Tengo una tarifa que incluye 1000 Mb de Internet y apenas consumo
200; 250 minutos de voz en el móvil y apenas consumo 30; “habla sin fin” en el
teléfono fijo y hablo durante 20 minutos; 100 Mb de velocidad de descarga en el
ordenador y con eso (me lo han dicho ustedes) están cubiertas las necesidades
de unos 6 aparatos y yo…; posibilidad de ver unas 80 cadenas de televisión y
nunca veo más allá de 7 u 8.
- Espere, que lo voy a comprobar.
Mi
conversación con un “administrativo” de la compañía que me proporciona tales
servicios discurre por cauces educados e, incluso, amistosos.
- Oiga. Ya lo he comprobado. Tiene
usted razón, pero ésta es la tarifa más barata de las que se adaptan a sus
necesidades.
- Pero, hombre, yo no quiero tanto,
yo no necesito un “porsche” para la carretera que tengo… Y, seguro, que ustedes
me están cobrando lo que nunca me dan porque yo no llego a consumirlo. No me da
tiempo a hacerlo.
- Es así. Yo no puedo hacer nada.
- Ya, usted es un trabajador y,
claro, no decide. Tendré que darme de baja y buscar otra compañía.
- Por supuesto, está usted en su
derecho.
El
resto de las cosas que nos dijimos es “pura literatura”.
Así
que me fui a buscar otra compañía.
Y
volví a casa con el rabo entre las piernas. La que tenía era la mejor oferta que
podía encontrar. El “amable” trabajador no podía hacer nada. Yo tampoco.
Resulta
que, al hacer mi contrato de energía eléctrica tuve que contratar una potencia
(la que marca el precio del kilovatio/hora) que no iba a ser la habitual en mi
casa, sino aquella a la que en alguna ocasión quizás podríamos llegar. Y no
nos podíamos arriesgar a que “saltasen los plomos” y nos quedásemos a oscuras.
Pero
esa potencia de energía no es la que necesito ni empleo habitualmente. Sí la
que marca el precio de todos y cada uno de los kilovatios que uso.
El
seguro de mi casa incluye “seguridades” que ya sé que nunca voy a necesitar. El
de mi coche otro tanto de lo mismo,…
Menos
mal que en nada hay elecciones y todos los políticos están al día en los
problemas que tenemos los ciudadanos y no tardarán en darles la respuesta adecuada.
Menos mal.
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