domingo, 12 de abril de 2015

Apoyando el debate

Escrito hace dos días, pero con la mima actualidad.
A lo largo de este extenso tiempo sin escribir, han ocurrido muchas cosas. Quizás por eso he escrito menos. Cuando suceden muchas “cosas”, y se van sucediendo sin pausa, hay menos tranquilidad para sentarse a escribir. Vamos que el tiempo no da de sí.
Ha sido éste el momento de –cronológicamente- sacar una nueva revista en Gorabide (hablo muy poco de Gorabide. Un día tendré que explayarme); de traslados de viejos elementos de viviendas ya abandonadas a su nuevo lugar (mudanza y reciclaje a la vez); de conocer la nueva casa de mi hijo en Burgos, y de dormir por vez primera en la mía, en un pueblecito cercano a Medina, llamado Villatomil. Y hemos pasado los primeros ratos al calor de la chimenea (menos mal que apenas ha hecho frío).
Y, después ( o en medio) de todo esto el artículo, que ya cité en la entrada anterior, de Andoni Unzalu, invitando a iniciar un debate público sobre un montón de temas en torno al euskara (la palabra es suya), que no sobre el euskara propiamente dicho: la utilización de la lengua materna, la euskaldunización de la Administración, el derecho a hablar en euskara, la igualdad-ventaja-desventaja de oportunidades.
Ya me gustaría participar en ese debate. Ya.
Muchas veces he recordado una anécdota ocurrida en los años ingenuos de mi adolescencia. Tuve entonces un amigo, uno de esos amigos que lo son porque estudian contigo y que dejan de serlo cuando la vida marca caminos diferentes, que hablaba euskera. Esa era su lengua materna. En una ocasión me dijo, más o menos textualmente: “Tú y yo somos amigos, pero siempre tenemos que hablar e tu lengua. En la mía no podemos porque tú no la conoces”.
Y allí comenzó mi nunca acabado estudio del euskera. Las circunstancias sociales del momento lo hacían difícil, pero la mayor dificultad era intrínseca a una lengua que, más que otras, pide mucha dedicación exclusiva y mucha inmersión ambiental.
Luego la realidad cambió. Mucho, pese a quien le pese y aunque sigan mandando si no los mismos, otros muy parecidos.
Y con el cambio, en el terreno de un euskera que “se imponía” a través de una Administración gobernada por el PNV ( y jaleada por grupos “afines” en este orden de cosas), a nivel estrictamente personal, he tenido que sufrir lo que, suavemente, podríamos llamar “discriminación negativa”.
El simple conocimiento de una lengua, NADA MAS, hacía (hace) que determinados individuos fueran considerados más aptos que yo para educar. El desconocimiento de una lengua, NADA MAS, imposibilitaba mi acercamiento al funcionariado educativo de este país y me dejaba “con el culo al aire” cada vez que la falta de matrículas de alumnos en el centro privado donde “ejercía” hacía tambalearse la posibilidad de seguir en ella.
No se me olvida que esa Administración vive de los impuestos que un servidor paga. ¿Cuánto dinero ha costado la euskaldunización –nunca llevada a puerto- de este país? ¿Cómo hubiera mejorado la vida de todos los vascos si ese dinero hubiera ido a otros lugares?
Un último apunte: mis hijos hablan (es un decir, porque yo casi nunca les he oído hacerlo) euskera, han estudiado en una ikastola,… pero a uno de ellos se le ha ocurrido enamorarse de una burgalesa, una burgalesa que no sabe hablar euskera y que quiere dedicarse algo que lleva haciendo muchos años: el trabajo social.
Eso no se puede hacer en este país sin tener padrinos, mucha suerte para encontrar una institución privada, o saber euskera para poder entrar en la Administración. Así que mi hijo (¿y el tuyo? tendrá que elegir entre compañera y país. Quizás sea para mejor.
Ya conozco el dicho: “si quieres trabajar en Inglaterra, deberás aprender inglés”. Lo conozco muy bien. Pero, es que en “esta Inglaterra” son muy pocos los que hablan “inglés”.
¿No es esto discriminación negativa?

Que cuenten conmigo si, de verdad, surge un debate público. Ya nos hemos callado demasiadas veces.

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