domingo, 21 de febrero de 2021

1793

Debo (y quiero) suponer que Niklas Natt Och Dag se ha documentado lo suficiente como para que podamos creernos el Estocolmo que sirve de marco geográfico e histórico a “1793”.


No es, ni de lejos, el lugar o el tiempo en los que uno hubiera querido vivir. Y, si los actuales suecos son descendientes “directos” de aquellos,  más nos vale que no sigan sirviéndonos de modelo social.

Thriller “sucio” (“novelas basadas en un crimen “sucio”, tan sucio que es capaz de manchar hasta el propio concepto de “humano”). Muy sucio.

Es lo primero que me viene a la imaginación al leer “1793”. Y, luego, la pregunta: si ya éramos así los hombres hace más de doscientos años, ¿de qué nos ha servido el paso del tiempo, la democracia política, la declaración de los derechos del ciudadano, la cultura, ….?

La novela se lee muy bien, porque está muy bien construida y escrita. Pero, lo que queda es ese sabor agrio, el que se desprende de:

“- Ahora he visto el mundo, Winge. Los humanos son sabandijas mentirosas, una manada de lobos sedientos de sangre y de poder. Los esclavos no son mucho mejores que sus señores, sólo más débiles. Los inocentes sólo siguen siéndolo porque son unos incapaces. Antes de que París se convirtiera en un río de sangre (se refiere a la revolución de 1789) todo el mundo hablaba de igualdad, libertad y fraternidad, de derechos humanos, y ahora esas mismas voces se oyen aquí…”


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