viernes, 4 de mayo de 2012

Escenas de hoy (que no de ayer):Turismo en Bilbao


A media mañana habían salido de casa, él ella y la perra. Como el tiempo, el meteorológico y el cronológico, lo permitía, y hasta casi lo pedía, habían decidido bajar al mercado de la ciudad.
Por el camino se han sentado en una terraza en pleno Casco Viejo. El café ha sido amenizado por un variopinto conjunto de personas que a esas horas pasaban o paseaban por allí: a las gentes naturales de la ciudad había que añadir grupitos de turistas: anglosajones, franceses, asiáticos, al menos, habían podido ser distinguidos por el habla o los rasgos de la cara. Posiblemente, dadas las circunstancias económicas, se habrían juntado también  gentes sin trabajo que holgazaneaban por allí, jóvenes, y no tan jóvenes, con las mochilas a cuestas y, casi con toda seguridad, la mayor parte de sus haberes en ellas.
Unos andaban con la cabeza gacha, otros consultaban sus mapas, aquéllos preparaban sus cámaras o hacían exclamaciones, éstos dirigían sus miradas a lo alto en busca de “edificios emblemáticos”.
Junto a la mesa de la pareja se han sentado dos jóvenes de habla inglesa. Él ha tratado de acariciar a la perra y se ha ganado un par de ladridos, aunque eso no le ha hecho perder la sonrisa. Al fin y al cabo está de vacaciones en una ciudad extraña. Un poco después, el hombre de nuestra pareja ha reparado en dos chicas asiáticas de edad indefinida. Sonreían, se decían en voz baja algo, se miraban, contemplaban la cámara de fotos, se volvían a sonreír y, sin levantar apenas la mirada, pasaban de largo.
La pareja ha acabado su café y, antes de llegar al mercado, la mujer ha entrado en una tienda. El hombre se ha quedado fuera, esperando con la perra. Y la pareja de asiáticas ha reaparecido. Su camino se cruzaba con el lugar donde el hombre esperaba. De nuevo sonrisas, voces tenues, miradas, cámara. El hombre ha creído que le estaban pidiendo permiso para hacer una foto. Y antes de que saliera de su extrañeza ha descubierto que el objetivo de la cámara enfocaba hacia su perra. La ha llamado y ha sabido que la foto de su mascota viajaría a países muy lejanos y que allí se hablaría de ella.
Aquellas chicas habían descubierto, y no sería ni la primera, ni la segunda ni la última vez, que, donde menos se espera, las ciudades guardan realidades bonitas, dignas de ser recordadas más allá de las que aparecen en las guías turísticas.

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