Ahí van otras tres escenas
(in)cívicas (o sea, que suceden en la ciudad, en cualquier ciudad).
Hace
unos días me crucé con un conocido. Venía caminando como si alguien le
persiguiese. Pero tuvo tiempo de parar y soltarme:
-
Chico, en menos de medio kilómetro me he saltado seis semáforos en rojo. Oye,
¿por qué los semáforos no se dan cuenta de que vas con prisa y se ponen verdes
cuando te ven llegar?
Y,
reanudando ya su acelerada marcha, tuvo tiempo de dejarme esta reflexión:
- ¿A ti
te ha sucedido alguna vez haber llegado a un semáforo que estaba en verde? … y
¿sin necesidad de correr para no perderlo?
Me contaba el otro día una señora que todos los días
va a trabajar y que el jefe no le paga lo que le debe desde hace un par de meses.
- Pues, no vayas a trabajar – le dije yo.
Su respuesta fue demoledora:
- Si falto al trabajo, el jefe me puede echar, el
despido es procedente, me quedo sin ninguna indemnización, no tengo derecho al
paro… y ya veré si cobro alguna vez lo que me debe.
“No compres en los chinos. Defiende el
comercio local… bla, bla, bla”
Necesitaba
tinta para mi impresora. Como HP tiene unos cartuchos originales que cuestan
una pasta, me fui a un comercio de mi barrio a comprar una “tinta compatible”.
Me pidieron 23 euros. Me pareció tan caro que busqué en otro comercio del barrio, en el que
anuncian mucho ahorro porque allí recargan los cartuchos. En este
segundo me indicaron que el cartucho que yo llevaba (para saber lo que debía
comprar) era el original de HP y que ya había sido recargado anteriormente en
el primero de los comercios citados (cosa que yo ya no recordaba). Me pidieron
19 euros por rellenarlo… y me daban un poco más de tinta.
Así que
me fui a la tienda de los chinos. Allí me dieron un cartucho de tinta
compatible. No hacía falta que yo dejara mi cartucho original. Me pidieron 7´50
euros. ¿Adivináis dónde compré?
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