Las
chicas de Txutxi han subido de categoría. No es que yo haya seguido
exhaustivamente su curso baloncestístico. Pero sí que me he informado
regularmente de los resultados que cosechaban y, los últimos partidos, le he
tenido al míster colgado del washapp. Bueno, pues el último sábado antes del
partido le mandé un mensaje en el que le decía que recordara a sus jugadoras
que se divirtieran. (Dicen que no fue así).
Era un
mensaje breve, de esos que se usan ahora, rápidos, concisos, sin explicaciones.
Pero, puedo asegurar que sí había una razón, una razón muy “meditada” durante
muchos años y desde muchas circunstancias: jugador, animador (porque a
entrenador no llegaba aquello que yo hacía), espectador, y aficionado.
A
basket se puede jugar por dos razones. Ni una más. Digan lo que digan. Se puede
jugar por dinero o por diversión. Varían las palabras utilizadas. Al dinero se
le puede llamar poder, posición social, …; a la diversión se le puede llegar a
llamar compromiso o vocación. Pero, si uno no saca poder, dinero, de ello, sólo
puede jugar porque le gusta, porque lo pasa bien, porque ahí se encuentra a
gusto, porque en él se sabe importante, querido, necesitado,…
O sea,
como la vida misma. Por eso es tan importante el basket. No la NBA, que ahí se
juega por dinero, guste o no guste, se divierta uno o no. Aunque haya alguno
que pueda decir aquello de: “si, además de lo bien que lo paso, encima me
pagan…”
Y,
después de aprenderlo en el basket, (o al mismo tiempo) la vida me ha hecho
aprender lo mismo: se vive por dinero o por diversión; se hacen las cosas por
dinero o por diversión. Y cuando alguien dice que se sacrifica para hacer algo,
cuando alguien dice que está haciendo cosas que no le reportan gusto ni dinero,
entonces la melodía no me suena bien.
Quizás
la música no sea mi fuerte.
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