El
hampa, los bajos fondos, los barrios marginados, no suelen aparecer en las
novelas venecianas de Donna Leon. Sus “crímenes” son crímenes “domésticos”, sin
amputaciones, sin golpes, sin esa violencia omnipresente en las habituales
novelas negras (muy negras, cada vez más negras). Nada de suciedad tipo “lamparón”.
Mucha suciedad, pero tenue, sin estridencias.
Leer a
Donna Leon suele ser un especie de soplo de aire fresco en medio de la densidad,
entre una literatura compacta. Sus obras son ligeras, que no insustanciales; sencillas,
que no simples; fáciles y amenas, que no intrascendentes; populares que no
populacheras.
Así es “El
huevo de oro” que acabo de leer muy a gusto.
Ahí van
dos citas, muy enganchadas entre sí:
“El tesorero de un partido roba trece millones de euros y la clase
política está medio histérica por culpa de la inmigración ilegal… - dijo
Brunetti con voz cansina.”
“- La semana pasada estaba en un bar y dos personas que había delante
de mí se pusieron a hablar precisamente de eso: de los trece millones. Una de
ella, una mujer que al menos tenía diez años más que yo, posó la taza en el
platillo y dijo una única palabra : “Bombas” […]
La mujer que iba con ella le preguntó qué quería decir y la otra le
contestó que la única manera de deshacerse de ellos era poner una bomba en
Montecitorio (la sede de la cámara de los
diputados italianos) y matarlos a todos. […]
La otra, de la misma edad, parecía muy sorprendida y dijo: “Pero eso
destrozaría el edificio, y es tan bonito” Y eso, Claudia, es lo que la clase
medio opina del Parlamento."
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