Últimamente
no me reconozco leyendo best-sellers. Pero, tengo que decir que sigo con
bastante atención lo que cuenta sobre la novela negra cast@negraycriminal.com. Allí me rencontré con una recomendación muy entusiasta y un elogio
encendido (mayor de lo que merece, creo) de “La verdad sobre el caso Harry
Quebert”, de Joël Dicker. De otro modo, no me hubiera metido con 500 páginas,
menos después de las últimas experiencias.
Se
trata de una novela que ha recibido ya varios premios, entre ellos el Goncourt
y el de la revista Lire.
Me ha
parecido una novela excesiva, pero redonda: muy cuidada, a pesar de la
dificultad que implica utilizar narradores diferentes, fuentes de información
que el lector recibe desde muy diversos ángulos, saltos en el tiempo a los
distintos momentos de una historia que recorre no menos de cuarenta años.
Al
final de todo, algo muy importante: las explicaciones de cualquier hecho
histórico, léase en este caso un asesinato, nunca son simples. Son muchos y de
muy diversa índole los factores que se reúnen para llegar a comprender lo
sucedido: la psicología de los personajes (y no sólo de dos de ellos, no, de
muchos más, que pueden parecer secundarios y no lo son tanto), las relaciones
políticas, ciudadanas, las de pareja, las creencias, las costumbres del momento
y el lugar, las creencias religiosas, el azar, las ambiciones, los miedos… Esa
es, posiblemente, la gran riqueza de la novela.
Muy
bien escrita, muy bien estructurada, todo va encontrando su sitio. Fácil de
leer en su complejidad, intrigante, mantiene siempre la duda y el interés del
lector, al que los continuos giros de la historia (¿a veces demasiados?) hacen
que no pierda las ganas de seguir leyendo.
El que,
como siempre, 500 páginas se me hagan excesivas, es problema mío.
Pero,
eso justifica que no os deje aquí ningún resumen de su contenido. Si lo
queréis, acudid a la contraportada, o a cualquier blog que hable de ella.
Sí os
dejo, como otras veces, un texto entresacado de la novela, porque me ha
parecido novedoso (para nada desconocido), y hasta divertido. Ahí va:
“- Imagínese, Marcus, lo que cuesta un solo
cartel publicitario en el metro de Nueva York. Una fortuna […]. Mientras que
ahora basta […] con hacer que hablen de uno y con contar con la gente para que
hable de usted en las redes sociales: tendrá acceso a un espacio publicitario
gratuito e infinito. Gente de todo el mundo que se encarga, sin darse cuenta
siquiera, de hacerle publicidad a escala planetaria. ¿No es increíble? Los
usuarios de Facebook no son más que hombres-anuncio que trabajan gratis. Sería
estúpido no utilizarlos.
- Es lo que ha hecho, ¿verdad?
- ¿Cuando le solté el millón de dólares? Sí.
Paga a un tipo un salario de NBA o NHL por escribir un libro, y puedes estar
seguro de que todo el mundo hablará de él.”
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