“El año en que me
enamoré de todas” es, en el conjunto de las novelas que acostumbro a leer, algo
extraño. No podía ser menos, dada mi relación con los premios literarios.
Suelo obviarlos y
la mayor parte de las veces, cuando leo alguno, termino con la misma sensación:
resulta bonito, tiene su interés, pero no acaba de engancharme, no “me pide” una
buena crítica.
Adelantaré que en
“El año…” hay dos novelas diferentes. Es el recurso de que el protagonista
encuentre por azar una historia escrita, que, una vez leída, va a marcar la
suya propia hasta iluminarla, ilustrarla, hacerla comprensible,
contrastarla,…etc.
Y adelanto que esa
segunda historia me ha parecido muy hermosa, conmovedora casi. Mucho más
interesante que la del protagonista y su año en Madrid.
De cualquier forma
esta historia de dos jóvenes tan diferentes, opuestos en muchos aspectos de la
vida, tiene su interés y está bastante bien escrita, además de leerse de manera
agradecida, agradecida porque resulta difícil (al menos en el cajón del que yo
saco mis lecturas) encontrar una historia en la que todos los personajes son
agradables, simpáticos, cordiales, … buenos, sin que lleguen en ningún momento
a empalagar, sin que dejen de tener sus problemas (reales), sus dudas, sus
“defectos”. Y, además, las cosas les salen bien y encuentran trabajo (no el que
quisieran, ni el mejor del mundo) y se enamoran de quien deben (después de esos
otros amoríos adolescentes, que a veces les hacen sufrir) y abren el futuro de
par en par, aunque sea construyéndolo con los trocitos que pueden robar al
pasado, en palabras del protagonista.
Novela amable, en
fin, para pasar dignamente el rato.
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