Sentado en una de esas
sillas de playa, oculto a la mirada de los demás detrás de unas gafas oscuras
obligadas por la cantidad de luz que había en el ambiente, con un ebook en la
mano para disimular, como si pudiera leer con la graduación de aquellas gafas,
cosa absolutamente imposible, escuchaba sin perder palabra.
Eran dos señores
mayores, mayores que yo, que habían llegado al río y habían desplegado sus
sillas muy cerca de la mía, tanto que no era complicado seguir su conversación.
Hablaban sin
aspavientos, con la sencillez de quien no tiene la obligación de demostrar sus
postulados, con la ligereza de quien sabe que de aquella conversación no
depende la marcha del mundo, con la fluidez espontánea con la que hablan dos
amigos.
Habían repasado los
temas de Egipto, Gibraltar, el asunto ese de la chupinera, Casillas y su
suplencia, el tiempo tan raro del último año, los desahucios, los problemas de
trabajo de nuestros jóvenes, y algunos
asuntos menores, por domésticos, cuando uno de ellos preguntó:
- ¿Sabes qué tienen los
vascos en la cabeza?
- …
- Pues la boina. ¿Y
nosotros?
- …
- Nosotros, una gorra.
Y, mientras se
levantaban para dar un paseo y refrescarse en el río, completó:
- Esa es la diferencia.
Dijo “la”, ni “gran”, ni
“única”.
Me quedé sin saber la
etnicidad de aquel “nosotros”. Parecían castellanos, pero qué importa. Da lo
mismo de dónde fueran.
Yo pensé en la boina y
la gorra: distintas formas, distintos tejidos, distintas calidades (¿?),
distintos precios (¿?),… y, debajo, un hombre intentando resguardarse del mismo
sol, del mismo frío.
En Oña, bonito lugar. |
He terminado de leer “Expediente Barcelona” de Francisco González Ledesma. Aunque lo hace de
manera muy breve y tangencial, es la primera aparición del comisario Méndez,
que luego se hará famoso en sus novelas. De hecho yo he leído ésta en busca de
los orígenes de dicho comisario.
Pero no
merecía la pena; me ha decepcionado enormemente. Es un mal “rollo” a caballo
entre la novela negra y el panfleto político. De hecho no me apetece escribir más sobre
ella.
Recuperaré
una cita que él recuerda como de Ortega y Gasset: “Tan injusto es tratar
desigualmente a los iguales como tratar igualmente a los desiguales”.
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