Tres picotazos a la actualidad:
En España 125 banqueros ganan más de un millón de euros al año. Cuando
leí la noticia estaba yo junto a una señora que tiene una UNICA pensión de 250
euros al mes. Un rápido cálculo dice que cada uno de esos “señores” gana lo
mismo que más de tres mil de esas señoras JUNTAS.
No nos equivoquemos. Bárcenas, aunque parezca lo contrario, no es un héroe.
Sigue siendo un delincuente y un sinvergüenza. Si no fuera lo segundo, sería un
nuevo Robin Hood.
Alguien debería decirle a Alejandro Sanz que sólo con que los
españoles (no voy a exagerar diciendo los chinos) tuviéramos su nivel de vida,
él no hubiera podido visitar ningún círculo polar helado. Ya se habrían
deshelado hace mucho tiempo. Y larga vida a los ecologistas que fueron con él y
no se lo dijeron. Larga vida… en compañía de Bárcenas, o mejor, por si acaso
que a éste no le queda mucha cárcel, en la casa de la señora antes citada.
Cambiemos de asunto
Ya he escrito antes
en este blog sobre Luis Gutiérrez Maluenda (“806 Sólo para adultos”, y “Mala
Hostia”9. Ahora he terminado de leer “Un buen lugar para reposar”.
En la novela negra
abundan los tópicos, como no puede ser menos en cualquier género de novela, de
cine, de música… Ocurre que los tópicos son muy variados y que a unos
escritores les gustan unos determinados y a otros, otros.
Atila responde a un
tipo de detective muy concreto. El mismo lo deja claro desde el principio.
Esto dice Atila de
la novela negra y, por contraposición de su trabajo: “Un género literario en el que inteligentísimos tipos que resuelven
crímenes de factura imposible sientan en sus rodillas a esculturales rubias de
largas piernas, mientras trasiegan enormes cantidades de whisky, inmunes a la
amenaza de sofisticados delincuentes.
Yo sólo compito con ellos en lo del whisky, y a más
de uno le gano. Las rubias de largas piernas son alérgicas a mis rodillas. A mis delincuentes los encuentro en el
vecindario. Con algunos me tuteo desde hace años. Y a los delincuentes
sofisticados, únicamente acostumbro a verlos en las fotografías de los
periódicos, o en la pantalla de un televisor. Habitualmente ocupan cargos
públicos y hacen gala de una florida oratoria”.
Atila es un
detective “marginal”, que se mueve entre gentes de barrios “marginados”
barceloneses, de esos que las autoridades quieren hacer desaparecer porque lo
que un día fue el extrarradio hoy se ha convertido en promesa de grandes
negocios inmobiliarios (léase, por ejemplo, San Francisco en Bilbao). Lo que
ocurre es que, mientras no acaban de conseguirlo, sus pisos casi inhabitables
se han llenado de inmigrantes sin papeles, gitanos, y otras “gentes de mal
vivir”, que acompañan a quienes ya no tienen ni fuerzas para salir de sus
viejas casas y a algunos “resistentes”
que se defienden como pueden del “poder establecido” o “por establecerse”.
“Un buen lugar para
reposar es buena novela negra, de esa que muchas ves muestra que los problemas
sólo se solucionan a mamporros, que la fuerza bruta es la única que algunos son
capaces de entender, porque ellos ( o sus contratados) la ejercen por doquier,
de esa que admite que la justicia legal sólo puede llegar a unos poquitos
sitios y sólo a detener a los más desharrapados de los delincuentes, pero nunca
a quienes se benefician de ellos.
La novela, corta,
ligera, bordeando siempre esa moral que predica que nadie es culpable hasta que
se demuestra ( y que, de paso, establece muy bien cómo se demuestra), se lee
muy bien y, al final, te deja con esa sensación de satisfacción de encontrar
que alguien ha hecho por ti lo que tú ni podrías ni te atreverías a hacer.
Además, podéis encontrar en ella mucha inteligencia, de esa de la de la mala
leche, y mucha ironía. Esta es una muestra:
“El mayor éxito que mi amigo tendría jamás en
el campo de las relaciones públicas sería que alguien se sentara a su lado en
el autobús”.
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