¡Qué buenos maestros tuvimos cuando, sin ninguna
duda, éramos mucho más receptivos y permeables! ¡Benditos aquellos hombres y
aquellas mujeres que nos enseñaron, nos invitaron, estimularon, y animaron a
leer, ver, y escuchar!
Unas veces eran padres, profesores, curas,… otras
eran amigos o las gentes con las que compartíamos ilusiones, protestas y luchas
más o menos silenciosas, más o menos silenciadas.
Este verano, como el pasado y largo invierno, me
puede la pereza y ahí siguen, sin quitarles el polvo, Shakespeare, Calderón,
los poetas del 27, Machado, Lorca, Hierro,…; ahí siguen sin revisionar (que se
dice ahora) Welles, Antonioni, Fellini, Ford, Losey, Bergman, Chaplin y tantos
otros.
Pero, en mis paseos largos (alguno de doce kms.) y
solo, que no en soledad, recupero parte de aquella música “maestra”: Gauchos,
Contracanto, Calchakis, Cafrune, Atahualpa, Parra, Sosa, y… y…
Hoy he reescuchado a Larralde, y, luego, por cambiar
un poco, a Nuestro Pequeño Mundo. Os dejo un par de trozos de sus letras… aunque
sea verano:
“Alguna vez andaremos
caminar por caminar,
con todas las leguas
juntas sin importar p´ande van.
El mundo por ser redondo,
rueda y rueda sin parar,
lo diferencia del hombre
que no sabe recular.
Yo anduve por todo el
mundo en este mismo lugar,
tal vez de andar tan
despacio ninguno me ha visto andar.
El mundo tiene su tiempo
y yo el mío y nada más,
andándolo despacito no
parece que se va.
Un poco de adentro mío
siempre fue pa los demás”
(A nadie le dije
nunca, José Larralde)
En tu mano está la
tierra, labrador, y la fruta recogida,
que bebió de tus
sudores, labrador, que curtieron tus heridas.
Si te dicen que no
es tuya, labrador, esa tierra agradecida,
di que el campo es
para todos, labrador, salvo para el que no lo cuida.
(Nuestro Pequeño
Mundo)
¡Qué buenos maestros tuvimos!
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