Cuando hace muchos años estudiaba sociología
del lenguaje aprendí que nada tiene existencia real e individualizada hasta
que una palabra no lo define, estableciendo los límites entre los otros que
no son él y él que no es los otros.
Es la grandeza y la responsabilidad del
lenguaje.
Kostas Jaritos (lo he recordado hace nada),
el poli de Petros Márkaris, cuando necesita luz en medio de sus investigaciones
o de su vida diaria, acude al diccionario y busca allí la definición de lo que
no acaba de entender. Le funciona. ¡Qué suerte la suya! Probemos a ver.
Pero, antes, pongámonos en situación.
Dicen que, cuando una mujer cae embarazada,
ve mujeres embarazadas allá por donde pasa. Puede que a mí me ocurra lo mismo.
No con el embarazo, pero sí con las cosas de los viejos: O sea, que no hago más
que ver y oír, por todas partes, llamadas al envejecimiento activo (tanto que
no hace ni 20 días que hable de ello en este mismo blog).
Necesito. Realmente tengo necesidad de decir
tres cosas que me parecen evidentes:
1. Mientras uno está envejeciendo, no ha
llegado aún a viejo.
2. Mientras todos estemos envejeciendo, nadie
habrá llegado a viejo.
3. Todos estamos envejeciendo, luego, no hay viejos.
Se acabó el problema de los viejos. Viejos
son los trapos. No nos preocupemos de quienes no existen.
Es más que probable que por aquí vayan los
tiros. Algunos tiros: si usted no sabe envejecer, es problema suyo.
Pues bueno. Yo sí soy viejo. Yo ya no estoy
envejeciendo. Yo ya he envejecido y he llegado a la meta: la vejez. Me ha
costado mucho (casi 70 años), pero he llegado.
¿Nos puede ayudar el diccionario? Esta vez
uso el de la Real Academia:
Viejo,
ja
Del
lat. vulg. veclus, y este del lat. vetŭlus, dim. de vetus.
1.
adj. Dicho de un ser vivo: De edad avanzada. Apl. a pers., u. t. c. s.
2.
adj. Existente desde hace mucho tiempo o que perdura en su estado. Mantenemos
una vieja amistad.
Y siguen 11 acepciones más, que no interesan
ahora.
Parece claro que soy de edad avanzada. Al
menos así lo dice el mundo del trabajo (que es uno de los más definitorios en
sociología). Parece claro que soy viejo.
Hablemos entonces de “viejos activos” y
dejémonos de monsergas.
Porque, cuando uno es viejo, sus
problemas-ocupaciones-preocupaciones-ilusiones-esperanzas-… son las de los
viejos, que, como el viejo tiene mucho en común con ellos, son las mismas que
las del niño y las del joven y las del
adulto (¿me dejo a alguien?). Y ese es el campo de su actividad. Posiblemente
también el de su activismo. Ahí debe hacerse visible, no en esa nebulosa
inconsistente del envejecimiento (que comienza cuando uno nace).
Ahora bien, no perdamos de vista que si los
viejos existimos y somos diferentes también nuestras preocupaciones son
diferentes, o se ven de diferente manera a como las ven o las sienten
quienes aún no son de “edad avanzada”.
Y aquí engancharía con esa noticia que
aparece hoy en los periódicos: el Congreso va a regular el derecho a una muerte
digna.
¡Qué gran patochada! Supongo que se tratará
de ver cómo se reparten (y quién se queda con la mejor parte) los recursos
sedativos o paliativos entre aquellos que ya no pueden más con su vida.
La pregunta, el tema, el centro de cualquier
debate serio debe ser no el de la eutanasia, no, sino el del suicidio asistido:
¿qué recursos voy a tener yo (y tú) para abandonar esta vida en las mejores condiciones, si un día así lo
decido (lo decido yo)?
Pero, esto es asunto de muchas entradas de
blog y de muchas reuniones del Congreso (cuando llegue la hora… que llegará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario