Menudo espectáculo nos
estaba ofreciendo el PSOE antes de la abdicación de Juan Carlos.
¿No se trata de una
lucha, despiadada – aunque educada- por el poder, por conseguir o mantener la
mayor cota de poder posible, bajo las apariencias del servicio a la sociedad,
la purificación del partido, el bien de los ciudadanos…? Elección por el
comité, por los afiliados del partido, por todos los ciudadanos, primarias y
luego no se qué… Y que sigan los numeritos circenses.
Si no de trata de eso,
de lucha pura y dura por el poder, bien que lo parece.
Y no es de extrañar. Al
fin y al cabo los contendientes que aparecen son los “barones” (sí con “b”) y
alguna baronesa. O ¿alguno de vosotros ha visto que aparezca entre los
posibles llamados a regenerar el partido alguien que no sea un profesional de
la política? Pongamos por caso un trabajador del metal o de la construcción en
activo, una trabajadora del comercio en paro, un profesor de instituto o –incluso-
de la universidad, un profesional autónomo de la fontanería o de la
carpintería,… es decir: alguien con un patrimonio similar al tuyo y con un
sueldo o pensión que no supere la media de los sueldos y pensiones.
Yo no he visto a nadie así.
Y en medio de todo esto
el rey abdica.
Y el que esto escribe se
encuentra con que un partido “esencialmente republicano” se coloca del lado de
los que van a apoyar la coronación del siguiente rey, en virtud de no sé qué
sensatez y de no sé qué servicio coyuntural a la sociedad española.
Sin que les importe un
pito que él, y yo, y tú, sigamos siendo súbditos (a nuestra edad) antes que
ciudadanos. Claro que “barón” suena a título nobiliario. Y si no lo es, me
disculpo por mi ignorancia, me corregís y vuelvo a repetir que quizás no sea,
pero lo parece.
Todo esto dicho con
mucha rabia y con mucha pena.
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