Mientras han ido aumentando (si cabía tal
posibilidad) las mutuas descalificaciones entre los dos grandes partidos que se
disputan Europa (no confundir con la Champions, donde la abstención será
menor); mientras el uno le daba al otro, y viceversa, todas las facilidades
habidas y por haber, para semejantes descalificaciones; mientras ambos hacían
causa común para negar cualquier solución en los partidos “menores”, con la ya
vieja historia de que fuera de ellos no hay salvación; mientras ayudan a la
increencia y el hartazgo de cualquier ciudadano, las paredes de los barrios,
menos pobladas esta vez de carteles publicitarios con rostros de políticos (y
políticas), dejan huecos libres para alguna perla como ésta:
Yo ya no me quiero hacer mayor. Yo me hice mayor con
dos años y poco más. Entonces empecé a ser el hermano mayor. Y luego ni sé las
veces que habré sido el mayor.
Ya no recuerdo bien cuándo pasamos de “los ancianos”
a “la tercera edad”. Ahora nos hacemos mayores. Y encima tenemos que aprender.
Como si no lo hubiéramos hecho ya.
¿Nacerá una educación general básica obligatoria
para los mayores? ¿Volveremos a las aulas, como nuevos aprendices? ¿Y nos
enseñarán quienes no tienen ninguna experiencia en este campo? ¿Habrá textos,
exámenes, fracaso “escolar”, grados,…? Se pone interesante esto de hacerse
mayor.
A mí me gustaba más la idea de ser viejo. A mí la
palabra envejecer siempre me ha atraído y ha sido de mi agrado. Pero, ya
empieza a gustarme más la idea de hacerme mayor. No sea que me tilden, una vez más, de ser un mal ciudadano.
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