martes, 31 de diciembre de 2013

Una verdad delicada

Jhon Le Carré me recuerda mucho, no sé si razonablemente o no, a Graham Greene, que fue un autor a quien leí gustosamente en mi adolescencia
Las novelas de Le Carré suelen discurrir en un ambiente de espías, de altos funcionarios del Ministerio del Exterior  del Interior, del Foreing Office, en un mundo que puede parecer extraño a nosotros, perteneciente a otro ámbito de la realidad social, pero sus planteamientos éticos, políticos y sociales no tardan en desvelarse como los mismos que se mueven en mi escalera, en mi trabajo o en mi barrio; aunque a veces pinten agentes sociales que, desde la sombra, resultan bastante más decisorios que estos últimos, más cercanos.
“Una verdad delicada” es una novela que te va agarrando poco a poco, con más fuerza según va creciendo. A medida que el texto desarrolla ante tus ojos una historia, que parecía sin ningún interés, resulta más difícil dejar de leer, hacer un alto en la lectura hasta el día siguiente.
Novela en la que militares británicos dados de baja se juntan con mercenarios estadounidenses legalmente inmunes, para provocar “daños colaterales”, cuyo conocimiento se convertirá en esa “verdad delicada”. ¿Qué hacer?: ¿permanecer en silencio cómplice, pero tranquilo?; ¿jugarse el tipo por la verdad?.

“ - Usted mintió.
- Lo mismo habría hecho usted. Era lo que más convenía. ¿O acaso nuestro buen Foreign Office no sabe lo que son las mentiras de conveniencia? Su problema es que pronto se quedará sin trabajo, y aún vendrán cosas peores”
La pregunta nos atañe a todos, porque todos hemos conocido algún “Crispin”

“Jay Crispin era el clásico eterno adolescente desarraigado, amoral, persuasivo, semiculto, bien hablado, con traje a medida, impulsado por un ansia insaciable de dinero, poder y respeto, sin importarle de dónde salieran. Hasta aquí, bien. Había conocido a Crispin en estado embrionario en todas las áreas de la vida y en todos los países donde hacía servido, pero nunca hasta la fecha a uno que hubiera dejado huella como mercader de guerras pequeñas”.

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