En el mundo del trabajo,
y en algunos otros mundos anteriores (de los que también disfruté), siempre que
había que programar un trabajo en equipo, yo llevaba por escrito lo que iba a
proponer, defender o priorizar.
Luego, lo que yo
escribía durante aquellas reuniones, eran todo menos un “acta fidedigna” de lo
ocurrido. Quizás eran mucho más fidedignas que las oficiales, quizás tenían más
verdad dentro, pero nunca he ido tomando acta de lo sucedido. Posiblemente por
pura vagancia y aburrimiento.
Así que os podéis
imaginar el vértigo que ahora me entra, si pienso en recoger (como si fuera un
acta del año trascurrido) lo más interesante de este año que acaba. Pero, me
apetece. Y recuerdo, sin rubor, que aquellos apuntes eran “sabrosos” y, a
quienes los conocieron, muy poquitos y escogidos, siempre (bueno, casi siempre)
les parecieron disfrutables. Así que no esperéis balances, capaces de soportar
cualquier auditoría interior o exterior.
Repaso sólo las
impresiones que ahora llenan mi retina cuando miro para atrás a los meses
anteriores, tratando de no aburriros y de dejaros espacios para que las
completéis.
A nivel estrictamente
personal, 2013 ha sido el año en que he dejado definitivamente de trabajar.
Allí, en el trabajo, había mucho de bueno. Pero, fuera os puedo asegurar que no
se vive nada mal.
A nivel familiar, tres
acontecimientos: los jóvenes de la familia trabajando de forma estable (que es
un acontecimiento superlativo), la muerte de Noa, y casi un año entero de
inmersión en Medina. Medina es un medio muy distinto del que yo conocía. Sin
duda, hay cosas similares a la gran ciudad, pero las diferencias son tan
considerables: lo rural ahí alrededor, una ciudad pequeñita, el río por
contraste con el mar, un entorno mucho
más “tradicional”, Castilla.
Y, enmierdándolo todo, tres rasgos insoportables:
paro, recortes y corrupción.
Deseemos todos juntos
que los corruptos vayan a la cárcel o, quizás mejor, a trabajos sociales (y ya
pensaremos cuáles), que el dinero que se les requise (todo lo que tengan) se
emplee para desrecortar todo lo recortado. Y, como aún sobrará, que todos los
que quieren trabajar puedan hacerlo de manera digna.
El resto será más fácil
y, cuando acabe 2014, nadie querrá hacer demasiados balances, porque, cuando
las cosas van bien, no se hacen.
No hacen falta.
Feliz 2014… y 2015, 2016
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