Hace
año y medio saludé la aparición de “Tetrammeron”, la undécima novela de José
Carlos Somoza, el otro cubano que me fascina.
Y me
daba mucha, llamémoslo, pereza empezarla, porque sabía que, como siempre,
Somoza me iba a meter en un mundo diferente, pero, de ninguna manera, ajeno, ya
que sus mundos los siento muy reales, muy míos (la mayor parte de las veces sin
saber a ciencia cierta el por qué) y sus ecos se me clavan muy hondo.
Sé que
a varios de vosotros, de los que seguís este blog, Somoza os gusta. Los que lo
leéis, entenderéis que no espere a terminar la novela, que me importe bien poco
dónde va a desembocar la aventura de esa niña perdida en un mundo que no parece
el suyo (¿o sí es ese el suyo y no el de la excursión didáctica del cole?).
Así que
no voy a ni siquiera darme la posibilidad de desmenuzar la novela. Escribo
cuando voy por la mitad y después de dos párrafos cuya lectura me ha arrancado varios aplausos
y unos cuantos ¡bravo!
Os
copio unos textos y os dejo, a los que os atreváis, a los que además de tener
tiempo para leer, no tenéis miedo a los miles de mundos que, paralelos a este
que nos aturrulla a diario, se entremezclan en la construcción de nuestro yo,
os dejo –decía- con Somoza, el otro cubano que me fascina. Aunque no escriba novela
negra.
“Reconoce la familiar sensación de mirar a
alguien y pensar que, al mirarlo, también lo está inventando. De esto nunca ha
hablado con nadie”
“Ella ya sabía que las cosas no son lo que
aparentan. Se lo dice papá. Y sor Esther. Las cosas pueden disfrazarse de
otras. Una cosa buena puede tener la apariencia de algo malo. Pero debajo es
buena. ¿Y si hubiese otro “debajo”? Quizá mala. ¿Y debajo de eso?
En
teoría, la verdad debe ser la cosa final. Pero no está tan segura. Si todo está
mezclado en esa agua insípida e inodora, entonces quizá no haya un “final”. ¿O
sí?”
“- Señorita Flesh, este mudo es un misterio
inefable. Nada sabemos de él, nada podemos saber. Nuestros pensamientos son los
de los hombres, para quienes no están reservadas las respuestas, solo las
preguntas. Somos desconocidos que despertamos un día entre desconocidos y, tras
algún tiempo de confusión e indagaciones, volvemos a cerrar los ojos y
reanudamos el sueño interrumpido.”
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