En
octubre la velocidad a la que pasa el tiempo parece ralentizarse, su marcha
parece casi detenerse.
El mes
anterior todo ha sido novedad: el silencio de las calles, la ausencia (y
confinamiento) de los niños, la nueva prisa de los transeúntes, la caída de las
primeras hojas, el caudal del río, los primeros frescos fríos, el acortamiento
de los días, las preocupaciones renovadas por lo mismo de siempre, las tiendas
tranquilizadas, las terrazas abandonadas, el rumor del trabajo recomenzado, los
ecos de la misma política, las cabezas cabizbajas,…
Y
ahora, en octubre, la novedad se ha ido, se ha impuesto ya esa nueva rutina y
parece que el tiempo no pasa. Si no fuera porque de vez en cuando vuelves la
vista atrás y lo que te parecía que fue ayer se convierte en un “si ya hace casi
un mes”… de aquel paseo que dimos, de
aquel partido que vimos, de aquella cena que compartimos, de aquel encuentro
con los vecinos, del abrazo con los amigos, de los últimos baños, de la visita
al arenal cercano, del triunfo de tal equipo,… de la última vez que presté
atención a mi blog.
Y para
que el tiempo se me pare un poco más, coincide una novela de 500 páginas. Pero,
¡qué novela! No puedo esperar a terminarla. Os tengo que poner en su pista
desde ya. No os voy a decir que dejéis todo lo que tengáis entre manos, pero
ponedla en el lugar de la próxima, la primera sin falta. “Herejes”, de Leonardo
Padura aún no ocupa los primeros puestos en ninguno de los rankings de los
libros más vendidos (que yo sepa). Me imagino que esta vez la magnitud de
la novela está ralentizando el boca a
boca.
Os
puedo decir que llevo un par de días tratando de recordar si este año (no
curso), 2013, he leído algo mejor. Y no recuerdo nada. De cualquier forma, vosotros
rebajad mi entusiasmo porque ya sabéis que soy un fan de Padura.
Va a
ser un otoño largo. Mankell y Murakami también han publicado.
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