Me puse a leerla por un rebote de mensajes de móvil en la que me la citaba un amigo. Estuve tan apunto de dejarla que insistí con él en si debía seguir leyéndola, cuando ya llevaba 70 páginas. Y, después de acabarla, todavía hay un regusto extraño que me dificulta escribir sobre ella. Pero, me parece que se lo debo y que me lo debo. Así que ahí van mis reflexiones, con la añadidura, esta vez (no suelo hacerlo) de una pequeña introducción tomada de la página lecturalia.com. Si la leéis, os agradeceré que escribáis vuestras impresiones.
“Niños
de tiza”, de David Torres, es, a pesar de todo, una buena novela.
“A
pesar de todo” quiere decir que yo me he encontrado con dos grandes piedras en
el camino de su lectura.
De una
parte, el protagonista es tan “extremo” en su personalidad, sus rasgos están
tan estilizados, que me resulta difícil identificarme en casi nada con él.
Excepto en un par de momentos puntuales, nunca me ha metido en su piel. Lo
mismo ocurre con su “entorno vital”: su barrio, mayormente, y sus amigos. Se
ven demasiados tópicos. Y no han sido los tópicos en los que viví mi infancia.
Aunque
resulta que es impresionante la comunión que logra establecer entre el medio y
el personaje. Las relaciones entre ellos (¿quién ha hecho a quién?) están muy
bien descritas y fundamentadas. Aparecen una y otra vez, en la realidad
cotidiana del barrio y en las alucinaciones del protagonista y nunca pierden
fuerza. Hay momentos que literariamente me han parecido muy bonitos, quiero
decir, muy bien expresados.
Por
otra parte, hay novelas a las que un narrador en primera persona (es decir, que
sea el protagonista el que va contando la historia) no le vienen bien. Y ésta,
pienso, es una de ellas. No le viene bien porque, inevitablemente, hay un final
que nunca será posible (la muerte del protagonista) y, en este caso, ése era el
desenlace más lógico y pedido, no sólo por el devenir de la historia, sino
también por el pesimismo vital que rezuma la novela.
“A
pesar de todo”, creo, es una buena novela. Hay mucha verdad sociológica en su
reconstrucción de un barrio periférico de los años 60; hay mucho “encanto” en
las líneas que trazan las peripecias de sus compañeros de clase, de otros niños
del barrio, de su padre, del cura, de su tía, …; pinta muy bien lo que ha
cambiado y lo que no en cerca de 40 años; mantiene un cierto suspense; y podéis
encontrar de todo: peleas, sangre, muertes, amor, desamor, celos, nostalgia,
sexo, amistad,…
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