¿Queda alguien por ahí que aún crea en la inocencia
de esa princesa tan trabajadora (de la clase obrera, vamos), tan dedicada a
obras sociales y deportivas (ecologista, vamos) tan amante de su familia y tan
moderna (que ni siquiera sabe lo que hace su marido, vamos), en resumen tan
digna de ser presentada como modelo de mujer moderna?
Menuda caradura, menudos apaños (en el chalet, en la
cuenta corriente, en los viajecitos y hasta en las fiestas infantiles de sus
hijos), menuda imagen falsificada.
Claro que tiene, sigue teniendo, a la Fiscalía (¿intervendrá de oficio en la mina leonesa?) para
creerla. ¡País!
- Felices aquellos tiempos de la guillotina. Sí de
la guillotina – me dice una vocecita dentro.
- Claro que estaremos hablando en metáfora, ¿no? La
abolición de la pena de muerte, y todo eso… ¿qué?. ¿No vale para la realeza? –
responde mi Razón.
- Seré magnánimo. Voy a cambiar lo de la guillotina
por un digno trabajo para él (por ejemplo, en la mina, en esa que acaban de
castigar con seis asesinatos), un empleo con futuro para ella (por ejemplo,
la limpieza de un par de casas a la semana) y un piso digno de sesenta metros
cuadrados, interior, dos habitaciones y 600 euros de alquiler al mes. Así
podrán rehacer su vida, regenerarse y ser felices. Además, de paso, se
encargarán de la educación de sus hijos.
Mi vocecita y mi Razón se han puesto de acuerdo. El
mundo en el que vivimos seguirá las directrices de la Fiscalía.
Y, aunque sin nada que ver con lo escrito, incluyo
en una página nueva un relato con el tema de los asesinatos impunes como
asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario