¡Pasen y lean,
señoras y señores! Quizás éste debería ser el único comentario de un servidor.
Pero,…
No sé si “Herejes”
es lo mejor que he leído de Padura. “La neblina del ayer” era tan buena… Y “Máscaras”
y “Adiós, Hemingway”, y…
“Herejes, cuando
menos, es la más impresionante. Impresionan sus 500 páginas de belleza, de rico
lenguaje, de composición, de paisajes, de “historia comparada”; impresiona su
estructuración, y, sobre todo, quizás, el trabajo inmenso de investigación
histórica, al servicio siempre de su novela.
Por momentos,
parece ésta una historia salida de la necesidad de redactar de forma diferente,
novelada, la tesina de una carrera universitaria de cinco años de duración: “la
herejía como camino histórico de la libertad”.
Y, dicho esto, sólo
me quedan dos apuntes.
Con la novela,
regalaban una obrita (por lo cortita que es, aunque su valor no creo que admita
diminutivos) de Leonardo Padura titulada “La libertad como herejía”. Pues, si
la encontráis, no dejéis de leerla.
De ella saco estas afirmaciones
de L. Padura:
“[…] Las páginas se irían acumulando en busca de una
constatación dolorosa: la dosis de herejía que, en distintas sociedades,
momentos históricos y vidas individuales, podían revestir la pretensión de
poner en práctica un libre ejercicio del albedrío individual, o sea, el natural
deseo de ejercitar la libertad.
La idea de los riesgos y consecuencias a que puede
llevarnos la pretensión de ejercer nuestra libertad individual era una obsesión
que me perseguía desde hacía varios años, creo que como a cualquier persona que
haya vivido la mayor parte de la existencia en un país de sistema socialista
donde se habla mucho de la “masa” o del “pueblo” y muy poco del individuo”
La obrita casi
termina con estas palabras:
“Partiendo de las realidades históricas y vividas en
las que hurgué hasta el fondo del abismo humano, traté de construir unos
personajes literarios, reales o ficticios, a través de cuyas aspiraciones,
vivencias, historias y frustraciones, por medio de la dramatización de sus actos
y decisiones heréticos, pudieran hacerse patentes y cercanas mi ambición
literaria y mi idea filosófica o humanista en torno a la necesidad y, más aún,
el derecho, de la libre elección del hombre en la sociedad”
Y, como muchas
otras más veces, pero esta vez con toda mi admiración “literaria” por L.P., os
trascribo algunos textos breves (sólo unos pocos) de la novela para que,
quienes no tengáis la suerte de leerla, paséis, al menos un poco de envidia:
“Definitivamente (él, Conde) debía empezar a considerar
un cambio de actividad laboral. Pero, ¿cómo coño podía ganarse la vida de una
forma más o menos decente un inútil como él, negado por lo demás a buscar un
trabajo en el cual tuviera que invertir ocho horas de cada día para a fin de
mes ganar los cuatrocientos o quinientos pesos insuficientes para sostenerse?
El panorama individual de Conde resultaba tan sombrío como el colectivo del
país y cada vez se sentía más preocupado”.
“Muy pronto los rabinos comenzaron a dedicar horas
de sus plegarias del sábado, el día en que cada judío debía festejar la
Libertad como bien y derecho de la criatura creada a imagen y semejanza del
Señor, para advertir a la grey sobre los modos en que los fieles debían
entender y practicar aquella libertad. Dispuestos a controlar los actos de
libertinaje propiciadores de la herejía, incluso las acciones o simples
pensamientos que iban más allá de la libertad concedida por la Ley y
administrada por sus vigilantes, los rabinos y líderes de la comunidad [...] alentaban
el miedo, seguían procesos y aplicaban condenas […] Como siempre había sido y
sería en la historia humana, alguien decidía qué era la libertad y cuánto de
ella les correspondía a los individuos a los que ese poder reprimía o cuidaba.
Incluso en tierras de libertad.”
“Conde conocía un método inmejorable para esperar el
paso de la tormenta veraniega: se llenaba la barriga con lo primero que
encontraba, se dejaba caer en la cama, abría una asmática novela de un poeta
cubano siempre a mano para aquellas coyunturas, leía una página sin entender un
carajo y, al recibir aquella patada en el cerebro, arrebujado en el ruido de la
lluvia, se dormía como un niño acabado de mamar.”
Y nada más. En
cuanto podáis, poneos a leer.
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