Mientras hacemos turismo
por Andalucía, leo en la prensa que la Comunidad se plantea crear una “tasa
turística”, al estilo catalán. No me parece mal. Aunque nosotros ya la hemos
pagado: entre el atraco de la heladería (no se debe comprar nada sin preguntar
antes el precio, pero a veces te pillan despistado, de vacaciones) y el del
Castillo de Fuengirola, la damos por
pagada.
En Fuengirola dicen que
tienen un castillo. Hay ciertamente una especie de edificio parcheado, con
mucho más ladrillo del actual que de siglos precedentes, con unas bonitas
vistas al mar y a la montaña y un parquecito coqueto alrededor. El problema es
que te cobran para entrar en una explanada preparada para que en determinadas
fechas pongan puestos de venta ambulante, en la que se puede ver una batería de
cañones (o sea, tres cañones) de esos oxidados que parecen sacados de libros de
piratas.
Y, si el primer
atracador era un señor particular, el segundo es institucional. Vamos que aquí
ya tienen la tasa montada.
Ayer subimos montaña
arriba a Mijas. Es un bonito pueblo, de agradables paseos, pero, como todo lo
que “tocamos” masificado y “preparado para el turismo”. Es curioso: a los
turistas nos gustaría visitar los lugares “vírgenes”, “naturales”, sin que los
hubieran preparado para los turistas. Y, os podéis hacer una idea de la
cantidad de turistas que hay.
En verano no debe haber
quien pare por aquí: multitudes, de individuos, lenguas, costumbres, comidas,…,
sol y calor para dar y tomar… y todos los “atracos” que quepan.
Hoy he acabado con
Martin Beck. Ya he leído “Muerte de un policía”, de Sjöwall, Maj y…, los suecos
clásicos de la novela negra. Ya he hablado de ellos en este blog. Todo lo que
dijera ahora corroboraría lo dicho. Si alguien quiere pasar el rato tumbado en
una playa o en una piscina (o en las dos), pues le vale.
Buen finde para todos.
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