Ya en Bilbao. Tengo
pendiente comentar alguna de las últimas lecturas, así que aprovecharé un
ratito de la mañana de este domingo sin playa.
Los que entráis en los
escasísimos comentarios de los lectores de este blog quizás recordéis que el pasado
18 de abril Belén nos recomendaba leer “Expatriados” de Chris Pavone.
La novela de espías, tan
cercana a veces a la mala novela de ciencia ficción (véase, si no, a Iam
Fleming, el del 007, por si no os suena), esa novela, digo, no cuenta entre mis
primeras preferencias.
Sobre preferencias y
gustos no hay nada escrito, al menos nada que sea sagrado para mí. A uno le
gustan unas cosas y a otros otras. A veces, el gusto hay que educarlo, sólo
para tener un mayor abanico de sabores, porque de lo contrario no hacemos sino
limitarnos. Así que mis preferencias en la ficción y mis gustos son míos. Y no
tiene por qué ser compartidos.
Volvamos. Así, de
pronto, diría que, fuera de Graham Greene y de Jhon Le Carré, no conozco más
novelas de espías. Ambos me han hecho disfrutar de interesantes y profundas
historias. Pero, para mí, fuera de ellos no hay novela de espías. Pura
ignorancia por mi parte, supongo.
Chris Pavone no es ni
uno ni otro. “Expatriados” me ha parecido una novela enmarañada y previsible.
Los saltos que da en el tiempo, mostrándonos diferentes épocas de la vida de la
protagonista son excesivos. A veces sólo se usan para romper el hilo de la
historia cuando llega a interesarte. Y el corte rompe el interés. Es muy
reiterativa en las dudas de la protagonista. Llegamos a conocerlas de memoria.
Y, por demás, esa maraña de personajes y hechos permanece siempre ajena a los
intereses económicos o políticos que pueden estar moviéndolos “en la sombra”.
Los personajes me
parecen increíbles y, desgraciadamente, pueden llevar a un lector ingenuo a
justificar –por simpatía- tanto el asesinato impune por parte de los miembros
de fuerzas ocultas e incontroladas (CIA, FBI, INTERPOL), que a nadie deben dar
cuentas, como esa estúpida forma de ser “mujer-florero”, madre o ama de casa a
tiempo completo con libertad para gastar en las tiendas más caras, los viajes
más interesantes, o los restaurantes más exquisitos.
A pesar de todo lo dicho
(más propio de un best seller, que de una buena novela, siempre en mi
apreciación) se salva la intriga que va creciendo, el suspense que aumenta, los
“retortijones morales” de la protagonista y la agilidad de la escritura.
“Expatriados” puede
resultar una de esas lecturas que, sin más pretensiones, nos ayuden a “pasar el
rato” en la playa o antes de que se nos cierren los ojos en la siesta.
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