Algunas
veces me ocurre que leo una novela con la sensación de que se me está escapando
entre los dedos. Que debajo de las palabras hay mucha “metralla”, “cargas de
profundidad” que no alcanzo a percibir, o que no alcanzan a pegar en su blanco.
Y,
cuando la termino, me digo a mí mismo que o porque no era el momento, o porque
yo no estaba atento, o porque yo estaba en “otras cosas”, o porque… , se me ha
esfumado, me he quedado sin ella.
Es
lo que me ha ocurrido con “Monasterio” del guatemalteco (¡qué bien suena la
palabra!) Eduardo Halfon.
Así
que, como se trata de una novela muy corta (72 páginas en mi edición), me la he
vuelto a leer. Y vaya si había profundidad. Como si no quiere la cosa, pero os
podéis tropezar con el problema de los judíos y su peregrinaje, la familia, la
lejanía-maldad del otro (el árabe en este caso), la ridiculez del
ultraconservadurismo, los nacionalismos, los muros de todas clases, y, por
encima de todo, el problema de la identidad personal. Vaya si había.
Por
si no la leéis, os dejo esta cita:
“Se me ocurrió […] que ese discurso
del judaísmo llevado en la sangre, que ese discurso del judaísmo no como religión sino como
genética, sonaba igual al discurso de Hitler.
Hay pensamientos que brincan oscuros,
viscosos, como ranitas”.
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