A
veces la realidad trae a mi mente apuntes muy diversos sobre la igualdad. Como
casi toda persona bien nacida (que se decía antes, pero ya no) soy partidario
indiscriminado de la igualdad, y, entre las muchas igualdades, la de sexos.
Vamos, que cualquier discriminación en función del sexo no tiene justificación
teórica alguna.
Por
eso mismo, es evidente que a igual trabajo igual salario, e iguales condiciones
en el trabajo.
Que
haya que sacar o no la gabarra por la ría me la trae al pairo con “las chicas”
y con el primer equipo. Totalmente igualitario en este tema. Pero me gustaría
que los chicos fueran tratados igual que las chicas: es decir, que ganasen lo
mismo que ellas, que cobrasen el mismo dinero (por igual trabajo… si hay más
trabajo, que cobre más) que ellas por divertirse jugando al fútbol.
Sólo
con lo defraudado por uno de ellos (por sus derechos de imagen, que, antes, era
mucho más propio del sexo femenino) se pueden pagar ¿todos? los equipos de la
liga femenina. Y si defrauda, lo hace en función de lo que gana.
Pues
ellas no defraudan… o, si lo hacen, será muy poquito. Digo todo esto sin tener
ni idea de lo que se gana en el fútbol femenino, pero con la convicción de que
si en él se puede sobrevivir, también se podría en el masculino.
De
paso, se podría igualar el trabajo del futbolista con el del frigorista, el del
electricista, el del soldador, el del contable, el empleado de comercio, el
maestro, el “gabarrero”… (todos ellos trabajos que requieren especialización y
formación) (hombres y mujeres).
No
estaría nada mal.
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